
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, reavivó el jueves un debate diplomático al declarar su deseo de que Rusia sea readmitida en el Grupo de los Siete (G7), una organización conformada por las principales democracias industrializadas del mundo. Rusia había sido miembro del bloque cuando aún se denominaba G8, hasta que fue expulsada en 2014 tras la anexión de la región ucraniana de Crimea.
En su intervención desde la Casa Blanca, Trump calificó de «error» la expulsión de Rusia y expresó que le «encantaría» que Moscú volviera a ser parte del grupo. «No es una cuestión de gustar o no gustar a Rusia. Era el G8», argumentó. «Lo primero que dije cuando llegué fue: ‘¿Qué están haciendo? Ustedes solo hablan de Rusia y ellos deberían estar sentados en la mesa’. Creo que Putin estaría encantado de volver».
Estas declaraciones llegan en un momento de tensiones geopolíticas crecientes, especialmente en lo que respecta a las relaciones entre Occidente y Rusia. La expulsión de Moscú del G8 en 2014 fue una de las sanciones diplomáticas más significativas impuestas tras la anexión de Crimea, la cual fue ampliamente condenada por la comunidad internacional y considerada una violación del derecho internacional.
Hasta el momento, el Gobierno de Canadá, que actualmente ostenta la presidencia del G7, no ha emitido una respuesta oficial a las declaraciones de Trump. Sin embargo, la postura de la mayoría de los miembros del bloque ha sido clara en años anteriores: Rusia no será readmitida a menos que revierta su anexión de Crimea y respete la soberanía de Ucrania.
Por su parte, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha insinuado en varias ocasiones que Rusia no está particularmente interesada en regresar al G7, prefiriendo centrarse en otros formatos multilaterales como el G20 y la Organización de Cooperación de Shanghái. No obstante, Moscú ha mantenido una postura abierta a la discusión de su posible reincorporación.
La propuesta de Trump podría exacerbar las divisiones dentro del G7, un grupo que ya ha enfrentado tensiones internas en torno a diversos temas, como el cambio climático, el comercio internacional y la relación con China. Algunos países europeos, como Francia y Alemania, han expresado en el pasado su firme oposición a la reincorporación de Rusia sin un cambio significativo en su política exterior.
El tema también podría influir en la próxima cumbre del G7, programada para junio en Alberta, Canadá. Aunque el país anfitrión no ha reaccionado oficialmente, se espera que el primer ministro Justin Trudeau aborde el tema en futuras declaraciones, dado que Canadá ha sido uno de los críticos más firmes de las acciones de Rusia en Ucrania.
El llamado de Trump a reincorporar a Rusia al G7 también debe analizarse en el contexto de una relación cada vez más tensa entre Washington y sus aliados tradicionales. La administración Trump ha mostrado una tendencia a desafiar el consenso internacional en múltiples frentes, desde la retirada de acuerdos multilaterales hasta la imposición de aranceles a aliados.
Por otro lado, la creciente cooperación entre Rusia y China en el ámbito económico y militar podría influir en la estrategia occidental con respecto a Moscú. Un posible regreso de Rusia al G7 podría interpretarse como un intento de Occidente de contrarrestar la influencia de Pekín sobre el Kremlin.
Las declaraciones de Trump reabren un viejo debate diplomático con profundas implicaciones geopolíticas. Mientras que el presidente estadounidense ve la reincorporación de Rusia como un paso lógico, sus aliados en el G7 podrían no estar de acuerdo, lo que podría generar nuevas tensiones dentro del bloque. Con la cumbre del G7 en el horizonte y una dinámica global en constante cambio, la discusión sobre el papel de Rusia en el orden internacional está lejos de terminar