Bob McLeod, un veterano de la guerra de Corea, tiene muchas historias que contar sobre su vida como soldado y como explorador del Ártico canadiense. McLeod, de 90 años, vive en Oak Bay, una comunidad de la isla de Vancouver, donde comparte sus recuerdos con su familia y sus amigos.
McLeod se alistó en el ejército canadiense en 1950, cuando tenía 19 años, y fue enviado a Corea del Sur para luchar contra las fuerzas comunistas del norte. Allí participó en varias batallas, como la de Kapyong, donde su unidad, el 2º Batallón de la Princesa Patricia, resistió el ataque de miles de soldados chinos. McLeod recibió la Medalla de Servicio de Corea y la Medalla de las Naciones Unidas por su valentía.
Después de la guerra, McLeod regresó a Canadá y se unió al Cuerpo de Ingenieros del Ejército, donde se especializó en la construcción de puentes y carreteras. En 1958, fue asignado a una misión secreta en el Ártico, donde tenía que construir una pista de aterrizaje en una isla cerca del Polo Norte. La operación se llamaba Proyecto Iceworm y tenía como objetivo establecer una base militar subterránea bajo el hielo, capaz de lanzar misiles nucleares contra la Unión Soviética.
McLeod pasó seis meses en la isla, trabajando en condiciones extremas de frío y oscuridad. La temperatura podía bajar hasta los -50°C y el sol no salía durante el invierno. McLeod dice que fue una experiencia muy dura, pero también muy interesante. Aprendió a sobrevivir en el Ártico, a convivir con los inuit y a apreciar la belleza de la naturaleza.
Se retiró del ejército en 1964 y se dedicó a trabajar como ingeniero civil en varios proyectos en Canadá y en el extranjero. También siguió viajando por el mundo, visitando lugares como China, Rusia, Egipto y Australia. McLeod dice que le gusta conocer otras culturas y aprender cosas nuevas.
McLeod se siente orgulloso de haber servido a su país y de haber vivido tantas aventuras. Dice que la guerra de Corea fue un conflicto olvidado, pero que merece ser recordado por el sacrificio de los soldados que lucharon por la libertad y la democracia. También dice que el Ártico es una parte importante de la historia y la identidad de Canadá, y que hay que protegerlo del cambio climático y de la explotación. McLeod espera que sus historias inspiren a las nuevas generaciones a seguir sus sueños y a hacer del mundo un lugar mejor.