El pasado viernes, cientos de personas se congregaron en la iglesia St. Andrews de Sault Ste. Marie, Ontario, para rendir homenaje a las víctimas de una masacre ocurrida el lunes por la noche, en la que un hombre mató a cuatro personas, entre ellas tres de sus propios hijos, y luego se suicidó.
El acto, que se realizó bajo la lluvia y el viento, contó con la presencia de familiares, amigos y vecinos de los fallecidos, así como de autoridades locales y representantes religiosos. Se encendieron velas, se rezaron oraciones y se escucharon canciones en memoria de los que perdieron la vida en lo que la policía ha calificado como un caso de violencia de pareja.
La policía no ha revelado las identidades de los involucrados, pero los familiares han identificado a una de las víctimas como Angie Sweeney, de 41 años, madre de los tres niños, y al autor de los disparos como Bobbie Hallaert, pareja de Sweeney y padre de los niños.
El padre de Angie Sweeney, Brian Sweeney, agradeció el apoyo de los asistentes y llamó a respetar a la familia de Hallaert, que también sufrió la misma tragedia. En un gesto emotivo, invitó al escenario a la madre de Hallaert, Marcia Gillespie, y le dijo que merecía el mismo respeto que él porque ambos sentían el mismo dolor.
Brian Sweeney también pidió que se tomaran medidas para prevenir este tipo de violencia y dijo que quería hablar con el primer ministro de Ontario, Doug Ford, sobre la creación de una nueva ley al respecto. Según la policía, Hallaert había estado involucrado en investigaciones por violencia de pareja en el pasado.
La masacre tuvo lugar en dos lugares diferentes de la ciudad del norte de Ontario. El lunes por la noche, Hallaert disparó contra Angie Sweeney y su hijo mayor en una casa y luego se dirigió a otra residencia donde mató a sus otros dos hijos y dejó herida a una mujer antes de quitarse la vida.
La comunidad de Sault Ste. Marie ha mostrado su solidaridad con las víctimas y sus familias y ha organizado varias iniciativas para recaudar fondos y ofrecer apoyo psicológico. El viernes por la noche, el mensaje fue claro: no están solos.