
THE LATIN VOX (28 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Un año después de las controvertidas elecciones presidenciales que revalidaron el poder de Nicolás Maduro, Venezuela regresó a las urnas ayer domingo, esta vez para elegir a 335 alcaldes y 2.471 concejales.
Sin embargo, el nuevo proceso electoral transcurre en un clima marcado por la desmovilización ciudadana, la fragmentación opositora y un control institucional casi total por parte del chavismo.
Aunque se trata del nivel de gobierno más cercano a la población, el desinterés generalizado anticipa una jornada de baja participación, especialmente fuera de los pocos bastiones opositores que aún sobreviven.
Un proceso sin contrapeso real
Tras las elecciones regionales del 25 de mayo —en las que el chavismo ganó 23 de las 24 gobernaciones y más del 80 % de los escaños del Parlamento—, los comicios municipales se perfilan como otra oportunidad para el oficialismo de consolidar su dominio sin competencia significativa.
Las denuncias de fraude en las elecciones presidenciales de 2024, rechazadas por amplios sectores dentro y fuera del país, provocaron protestas masivas, con un saldo de al menos 25 muertos y más de 2.000 detenciones, según Amnistía Internacional.
Sin embargo, el gobierno ha descartado cualquier irregularidad y mantiene el control sobre los poderes públicos.
El Consejo Nacional Electoral (CNE), alineado con el Ejecutivo, abrió los centros de votación a las 6:00 a.m., con la jornada prevista hasta las 6:00 p.m. o más allá si persisten votantes en cola. No obstante, la confianza en el proceso es mínima.
Las omisiones en la actualización del registro electoral, la falta de transparencia en las auditorías y la ausencia de información oficial verificable, como denuncia la ONG Votoscopio, han minado aún más la credibilidad del sistema electoral.
El oficialismo apela a la imagen de normalidad
Desde el oficialismo, el presidente de la Asamblea Nacional y jefe de campaña del PSUV, Jorge Rodríguez, ha insistido en que el proceso debe transcurrir sin grandes despliegues propagandísticos, bajo el lema “menos escritorios y más territorio”.
Rodríguez afirmó que el chavismo aspira a conquistar las 335 alcaldías en disputa y enmarcó su campaña en una narrativa de “unificación nacional”, incluso apelando a temas migratorios y de derechos de la infancia para reforzar su mensaje.
Este tipo de elecciones le permite al Gobierno proyectar una imagen de normalidad democrática, a pesar de las severas restricciones políticas, judiciales y comunicacionales que enfrenta la oposición.
Para el politólogo Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, la estrategia de Maduro se basa en «seguir convocando elecciones para simular institucionalidad, aunque el desinterés ciudadano revele lo contrario».
La oposición dividida, pero presente
Mientras líderes como María Corina Machado llaman abiertamente a la abstención, otro sector de la oposición aglutinado en la coalición “Unión y Cambio” ha optado por participar.
El diputado Stalin González, uno de sus principales voceros, ha pedido a los ciudadanos que voten para no entregar todos los espacios locales al chavismo. “No compartimos esa teoría de regalarle todo al Gobierno. ¿Qué gana la oposición con ceder esos espacios?”, declaró González, quien sostiene que aún es posible preservar algunos municipios clave en manos opositoras.
En zonas como Chacao o Baruta, tradicionalmente contrarias al chavismo, se espera una participación mayor, impulsada por la necesidad de conservar espacios de gestión local que permiten —aunque de forma limitada— canalizar demandas comunitarias.
Una democracia en crisis estructural
Aunque el Gobierno insiste en que Venezuela posee el sistema electoral automatizado más “transparente y confiable” del mundo, los expertos y observadores señalan lo contrario. Las denuncias de irregularidades, combinadas con la falta de fiscalización internacional independiente, han convertido las elecciones en instrumentos de legitimación, más que de competencia real.
Con el Parlamento electo en mayo por instalarse en enero de 2026 y sin nuevas elecciones previstas para el resto del año, el oficialismo se encuentra en una posición ventajosa para avanzar con su agenda, incluida una posible reforma constitucional que ya ha sido mencionada por Maduro.
Para la oposición, la tarea inmediata será prepararse para ese debate, aún en minoría, y movilizar a una ciudadanía que parece haber perdido la fe en el voto como vía de cambio.
Una jornada que refleja el estancamiento político
Más allá de los resultados del 27 de julio, lo que está en juego es el reflejo de un país donde la democracia formal ha sido vaciada de contenido.
El chavismo, con una maquinaria electoral aceitada y frente a una oposición debilitada y dividida, consolida su hegemonía sin enfrentar una competencia legítima.
Mientras tanto, miles de venezolanos ven pasar una nueva elección sin esperanza, en una nación donde la política parece haberse desconectado de las necesidades cotidianas de la mayoría.
Lo que queda por ver es si, en algún momento, esa desconexión logrará revertirse. Por ahora, el país vota… sin ilusiones.
Fuente: CNN en Español
Crédito fotográfico: Transparencia Venezuela.