Afganistán ha sufrido una de las peores catástrofes naturales de su historia, al ser sacudido por una cadena de terremotos que han causado miles de muertos, heridos y desplazados. Los sismos, que se iniciaron el jueves por la noche y se prolongaron hasta el sábado, tuvieron una magnitud de entre 6 y 7,5 en la escala de Richter, y afectaron principalmente a las provincias de Badakhshan, Takhar, Baghlan y Kunduz, en el noreste del país.
Según las autoridades afganas, el balance provisional de víctimas es de más de 4.000 muertos y 10.000 heridos, aunque se teme que la cifra pueda aumentar en las próximas horas, ya que hay muchas zonas aisladas y sin comunicación. Además, se estima que unos 100.000 habitantes han perdido sus hogares y se encuentran en situación de extrema vulnerabilidad.
Los terremotos han provocado el derrumbe de miles de edificios, carreteras y puentes, así como cortes de electricidad y agua potable. También han generado deslizamientos de tierra e inundaciones que han arrasado cultivos y ganado. La situación humanitaria es crítica, y se necesita con urgencia ayuda internacional para atender a los afectados.
El presidente afgano, Ashraf Ghani, ha declarado el estado de emergencia nacional y ha pedido la colaboración de todos los sectores políticos y sociales para hacer frente a la tragedia. Ghani ha agradecido el apoyo de los países vecinos y de la comunidad internacional, que han enviado equipos de rescate, medicinas, alimentos y carpas. Asimismo, ha hecho un llamamiento a los talibanes, que controlan gran parte del territorio afectado por los sismos, para que permitan el acceso de la ayuda humanitaria y cesen los ataques contra las fuerzas gubernamentales.
Los terremotos son frecuentes en Afganistán, un país situado en una zona de alta actividad sísmica. El último gran terremoto que sufrió el país fue en octubre de 2015, cuando un sismo de magnitud 7,5 dejó más de 300 muertos y miles de damnificados. Sin embargo, el desastre actual ha superado con creces los anteriores en magnitud e impacto.