La crisis sanitaria de Canadá tiene rostro de mujer: cómo recae el peso del cuidado en ellas

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Canadá atraviesa una crisis sanitaria que afecta especialmente a las mujeres, que representan el 75% del personal de salud y la mayoría de las cuidadoras en la comunidad y en el hogar. Así lo revela un libro que recoge las historias de casi 200 mujeres que trabajaron en primera línea durante la pandemia de COVID-19.

El libro, titulado Conscripted to Care: Women on the frontlines of the COVID-19 response (Reclutadas para cuidar: Mujeres en la primera línea de la respuesta al COVID-19), es obra de Julia Smith, profesora asistente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Simon Fraser y co-líder del Proyecto Género y COVID-19.

Smith entrevistó a mujeres que desempeñaron diversos roles en el sector sanitario, desde médicas bien pagadas hasta limpiadoras de residencias de ancianos con el salario mínimo, pasando por enfermeras, auxiliares, farmacéuticas y trabajadoras sociales. Las participantes se identificaron con diferentes posiciones sociales relacionadas con factores como la raza, la etnia y la sexualidad.

Sus experiencias combinadas ilustran las grietas que la desigualdad de género ha creado en el sistema de salud. Smith señala que no solo el sector sanitario está feminizado, sino que las mujeres, especialmente las racializadas, tienen más probabilidades de ocupar puestos en el extremo inferior de la escala salarial, que también requieren un contacto cercano y prolongado con los pacientes.

Cuando escasean el espacio, el equipo y el personal, estas trabajadoras de primera línea se ven obligadas a llenar los huecos insondables. Una auxiliar de residencia de ancianos describió cómo trabajaba bajo condiciones tan precarias que algunos residentes habían dejado de bañarse durante varios días seguidos:

“Te sientes mal porque hay personas, y esta es su casa y su vida potencialmente, ¿verdad? Y no están recibiendo el cuidado que necesitan y entonces cómo digo siempre termina repercutiendo en nosotras es que tenemos que parar y encontrar la energía o encontrar el tiempo, al final solo nos alcanza. El trabajo no desaparece, simplemente no lo hacemos ese día.”

Aunque las restricciones pandémicas agravaron las debilidades del sistema de salud y cuidados, los efectos secundarios continúan con la crisis actual y se sienten más agudamente por el personal de primera línea, la mayoría mujeres.

Según Smith, una de cada seis personas canadienses no tiene médico de familia y menos del 50% puede ver a un proveedor de atención primaria el mismo día o al día siguiente. Tanto el Sindicato de Enfermeras de Columbia Británica como el Sindicato de Empleados Hospitalarios informan de que más de un tercio de sus miembros están considerando dejar su trabajo, principalmente por agotamiento.

Smith aboga por una transformación del sistema sanitario que reconozca y valore el trabajo de cuidado que realizan las mujeres, tanto dentro como fuera del sector formal. Para ello, propone medidas como aumentar los salarios y las prestaciones sociales, mejorar las condiciones laborales y la seguridad, fomentar la participación y el liderazgo de las mujeres en la toma de decisiones y reducir las barreras estructurales que enfrentan las mujeres racializadas.

El libro se basa en una investigación financiada por Health Research BC y los Institutos Canadienses de Investigación en Salud. Se publicó en octubre por McGill-Queen’s University Press.


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