Un nuevo estudio de Statistics Canada (StatCan) revela que los altos costos de la energía están afectando la calidad de vida de muchos canadienses, especialmente de los más vulnerables.
Según el estudio, el 8,4% de los hogares canadienses experimentaron inseguridad energética en 2018, lo que significa que tuvieron dificultades para pagar sus facturas de electricidad, gas o combustible para calefacción. Esta situación se agravó durante la pandemia de COVID-19, que aumentó el consumo de energía en los hogares debido al confinamiento y al trabajo remoto.
El estudio también muestra que la inseguridad energética tiene consecuencias negativas para la salud y el bienestar de las personas. El 38% de los hogares con inseguridad energética reportaron haber renunciado a necesidades básicas, como alimentos, medicamentos o ropa, para poder pagar sus facturas de energía. Además, el 24% de estos hogares dijeron haber sufrido estrés, ansiedad o depresión relacionados con sus problemas financieros.
La inseguridad energética afecta de manera desproporcionada a los grupos más desfavorecidos, como los hogares con bajos ingresos, los hogares indígenas, los hogares con niños o personas mayores, y los hogares que viven en viviendas inadecuadas o en zonas rurales o remotas.
El estudio recomienda implementar medidas para reducir la pobreza energética y mejorar la eficiencia y la sostenibilidad del sistema energético canadiense. Algunas de estas medidas son: aumentar el apoyo financiero a los hogares vulnerables, promover el uso de fuentes de energía renovables y limpias, mejorar el aislamiento y la calefacción de las viviendas, y educar a los consumidores sobre cómo ahorrar energía.