La crisis económica provocada por la pandemia de COVID-19 ha afectado gravemente al deporte canadiense, tanto a nivel profesional como amateur. Los recortes presupuestarios, la inflación y la falta de patrocinio han puesto en riesgo la viabilidad de muchas organizaciones y eventos deportivos, así como el desarrollo de los atletas.
Según un informe de la Universidad de Toronto, el 54% de las organizaciones deportivas canadienses han sufrido una reducción de sus ingresos en 2020, y el 28% han tenido que despedir o suspender a parte de su personal. Además, el 44% de las organizaciones han cancelado o pospuesto sus eventos, y el 36% han reducido sus programas o servicios.
La situación es especialmente crítica para los deportes menos populares o mediáticos, que dependen en gran medida de las subvenciones públicas y de los ingresos por entradas o inscripciones. Estos deportes se enfrentan a un futuro incierto, ya que no saben cuándo podrán reanudar sus actividades con normalidad, ni si contarán con el apoyo suficiente de los aficionados y los patrocinadores.
La inflación también ha impactado negativamente en el deporte canadiense, ya que ha encarecido los costos de los viajes, el alojamiento, el equipamiento y las instalaciones. Esto ha dificultado la participación de los atletas en competiciones nacionales e internacionales, así como el acceso de los jóvenes y las personas de bajos ingresos al deporte.
Algunos expertos advierten de que esta crisis puede tener consecuencias a largo plazo para el deporte canadiense, como la pérdida de talento, la disminución del rendimiento, la falta de diversidad y la reducción de los beneficios sociales y de salud que genera el deporte. Por eso, piden al gobierno y al sector privado que inviertan más en el deporte, y que lo consideren como una prioridad para la recuperación económica y social del país.