Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Montana ha encontrado que una toxina producida por la minería de cobre en Canadá ha contaminado las aguas del río transfronterizo Kootenay, que fluye desde la Columbia Británica hasta Montana y Idaho. La toxina, llamada selenio, es un elemento químico que puede ser beneficioso para la salud en pequeñas cantidades, pero que puede ser perjudicial para la vida acuática y humana en exceso.
El estudio, publicado en la revista Science of the Total Environment, analizó muestras de agua, sedimentos, plantas y peces del río Kootenay y sus afluentes, y encontró que los niveles de selenio superaban los límites establecidos por las autoridades ambientales de ambos países. El estudio también encontró que el selenio se había acumulado en los tejidos de los peces, lo que podría afectar a su reproducción y supervivencia.
La fuente principal de la contaminación por selenio es la mina de carbón Elk Valley, operada por la empresa canadiense Teck Resources, que se encuentra cerca de la cabecera del río Kootenay. La mina extrae carbón metalúrgico, que se utiliza para producir acero, y genera grandes cantidades de residuos que contienen selenio y otros metales pesados. Estos residuos se depositan en vertederos o se filtran al suelo y al agua.
Teck Resources ha reconocido su responsabilidad por la contaminación y ha implementado un plan de gestión del selenio, que incluye la construcción de plantas de tratamiento de agua y la reducción de las emisiones de selenio. Sin embargo, el estudio de la Universidad de Montana ha señalado que estas medidas son insuficientes y que solo han logrado reducir un 8% la concentración de selenio en el río Kootenay. El estudio ha recomendado que se adopten acciones más efectivas y urgentes para proteger la salud de los ecosistemas y las comunidades afectadas.
El problema de la contaminación por selenio en el río Kootenay ha generado tensiones entre Canadá y EE.UU., que comparten la cuenca hidrográfica del río Columbia, del cual el Kootenay es un afluente. Ambos países han firmado un tratado en 1964 para regular el uso y la gestión del agua del río Columbia, pero el tratado no aborda los aspectos ambientales. Por ello, los gobiernos y las organizaciones civiles de ambos países han pedido que se renegocie el tratado para incluir la protección de la calidad del agua y la biodiversidad.