THE LATIN VOX (30 de noviembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La inteligencia artificial (IA) ha generado grandes expectativas en el ámbito de la salud, prometiendo revolucionar los diagnósticos médicos y la atención al paciente. Pero, a medida que los avances tecnológicos crecen, también surgen preguntas sobre el futuro de los profesionales médicos. Si la IA puede ofrecer diagnósticos más rápidos y, en algunos casos, más precisos que un médico, ¿qué futuro les espera a los médicos y especialistas?
Un estudio reciente de Estados Unidos, publicado en la Journal of the American Medical Association, ofreció una visión interesante al comparar el rendimiento de médicos utilizando herramientas convencionales y el modelo de lenguaje ChatGPT-4, diseñado para asistir en diagnósticos.
El resultado fue sorprendente: los médicos que utilizaron ChatGPT en combinación con métodos tradicionales apenas mejoraron su desempeño en comparación con aquellos que no tuvieron acceso al bot. Sin embargo, lo más revelador fue que, por sí solo, ChatGPT superó en rendimiento a los médicos, tanto con como sin el apoyo de la inteligencia artificial.
Esta revelación abrió un abanico de interrogantes sobre el papel de los médicos en la medicina del futuro. Aunque los resultados no fueron concluyentes en cuanto a reemplazar a los médicos, evidencian el potencial de la IA para realizar diagnósticos de manera autónoma, sin la intervención humana.
Sin embargo, también surgieron inquietudes acerca de cómo los médicos interactúan con la tecnología. El estudio mostró que algunos profesionales médicos mostraron una firme creencia en su diagnóstico original, incluso cuando la IA sugería una mejor alternativa, lo que sugiere una cierta resistencia al cambio y la dificultad de adaptarse a la nueva herramienta.
En este contexto, la clasificación de la IA propuesta por Drew Breunig, un antropólogo cultural y experto en tecnología, ofrece una forma interesante de abordar las distintas formas en que la IA puede integrarse al trabajo humano. Breunig identifica tres categorías de IA: «dioses», «pasantes» y «engranajes».
Los «dioses» serían entidades autónomas de inteligencia artificial, como los modelos de AGI (inteligencia general artificial), que podrían reemplazar a los humanos en diversas tareas complejas. En contraste, los «pasantes» (como ChatGPT y otros modelos de lenguaje) son herramientas de IA que asisten a los expertos, realizando tareas repetitivas o de apoyo sin tomar decisiones definitivas por sí mismas.
Por último, los «engranajes» son máquinas especializadas en ejecutar una sola tarea de forma eficiente, pero sin capacidad de adaptación o de pensamiento independiente.
En el caso de la medicina, la IA se encuentra actualmente en la categoría de «pasante». ChatGPT y herramientas similares están diseñadas para complementar y asistir a los médicos en la recopilación de datos, el análisis de información y la generación de ideas, pero siempre bajo la supervisión de un profesional humano.
Sin embargo, los resultados del estudio sobre el rendimiento de ChatGPT en diagnósticos médicos indican que esta «asistencia» podría convertirse en una colaboración más estrecha, donde la IA podría empezar a tomar un papel más activo en la toma de decisiones. Esto plantea la pregunta: ¿Podría la IA llegar a reemplazar ciertos aspectos del diagnóstico médico?
Otro factor a considerar es el impacto que la IA tiene en el bienestar y la satisfacción laboral de los profesionales. En un experimento realizado en el MIT, los investigadores descubrieron que la colaboración con IA en la investigación de materiales resultó en una mayor productividad (44% más materiales descubiertos y un aumento del 39% en las solicitudes de patentes).
Sin embargo, los investigadores informaron una disminución notable en su satisfacción laboral. Al delegar gran parte del proceso de generación de ideas a la IA, los científicos se sintieron como «engranajes» dentro del sistema, realizando tareas más mecánicas y menos creativas.
Este fenómeno podría repetirse en la medicina si los médicos comienzan a depender demasiado de la IA para el diagnóstico y la toma de decisiones, sintiendo que su rol se reduce a la supervisión de máquinas inteligentes.
Este escenario también invita a reflexionar sobre la dependencia de la tecnología en el ámbito de la salud. Si bien la IA puede mejorar la precisión de los diagnósticos y acelerar el proceso de atención, es esencial considerar las implicaciones para los médicos, que podrían perder la satisfacción y el control de su labor.
Además, la integración de la IA en la medicina plantea preguntas sobre la ética y la responsabilidad. ¿Qué ocurre si la IA comete un error? ¿Cómo se puede garantizar que los médicos continúen teniendo la formación y la autonomía necesarias para tomar decisiones críticas, sin depender completamente de las máquinas?
El futuro de la medicina, como el de muchas otras profesiones, está en una encrucijada. La IA tiene el potencial de transformar profundamente cómo trabajamos, mejorando la eficiencia y la precisión en campos como la medicina.
Sin embargo, también presenta retos significativos para los profesionales que, si no se adaptan adecuadamente, podrían sentirse desplazados o desvalorados. La clave está en encontrar un equilibrio en el que la IA sea una herramienta para potenciar las capacidades humanas, sin que los profesionales pierdan el control sobre su labor o su sentido de propósito en el trabajo.
En última instancia, si la IA puede ofrecer diagnósticos más precisos que los médicos, debemos preguntarnos: ¿estamos preparados para un futuro donde los médicos sean más asistentes de la IA que los responsables últimos de la salud de los pacientes? Y si es así, ¿qué significa eso para el pronóstico de la profesión médica?
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