THE LATIN VOX (7 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2024, el poder de la industria tecnológica ha dejado una huella imborrable, con Silicon Valley volcando más de $394.1 millones en apoyo a los candidatos, especialmente a Donald Trump. Esta cifra, revelada por un análisis a partir de los registros de la Comisión Federal Electoral (FEC), ofrece una visión parcial de cómo la tecnología está moldeando la política estadounidense y su relación con los reguladores del gobierno.
El punto álgido de esta ola de donaciones proviene de Elon Musk, quien, con una fortuna estimada de $350,000 millones, contribuyó con una impresionante cantidad de $243 millones a la campaña de Trump, representando una proporción significativa de las donaciones tecnológicas.
Musk, propietario de empresas como Tesla, SpaceX y X (anteriormente Twitter), ha desempeñado un papel crucial en el financiamiento de la política de la mano de sus aliados de Silicon Valley, cuyas contribuciones se suman a los esfuerzos de un sector que lucha por proteger sus intereses frente a posibles regulaciones.
El auge de las criptomonedas también ha marcado una diferencia importante en esta campaña electoral, ya que los defensores de las monedas digitales han sido especialmente activos, con el fin de evitar nuevas normativas que podrían afectar sus negocios. De acuerdo con los registros de la FEC, el ámbito de las criptomonedas se ha destacado con nombres como Chris Larsen, presidente de Ripple, quien donó $11.7 millones a la campaña de Kamala Harris, la vicepresidenta y actual contendiente a la reelección.
Además de Musk, otras grandes figuras tecnológicas, como Marc Andreessen, fundador de la firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz, y Jan Koum, el creador de WhatsApp, se sumaron a las filas de donantes de Trump, con contribuciones millonarias que muestran la creciente influencia del sector privado en la política estadounidense. La campaña de Trump se benefició de más de $273 millones provenientes de los nombres más poderosos de la tecnología, lo que demuestra cómo las grandes fortunas están invirtiendo activamente en el proceso electoral.
Por otro lado, la campaña de Kamala Harris también recibió sumas significativas, destacando los $51.1 millones de Dustin Moskovitz, cofundador de Facebook y actual CEO de Asana, quien se ha posicionado como un defensor clave del partido demócrata. La recaudación de Harris demuestra el creciente apoyo de figuras del sector tecnológico al ala progresista, con importantes aportes de otros empresarios como Reid Hoffman (LinkedIn) y Chris Larsen.
Sin embargo, lo más llamativo no solo son las grandes cantidades donadas, sino el modo en que estas contribuciones fluyen dentro de un sistema que, tras el fallo histórico del Tribunal Supremo en 2010 (Citizens United v FEC), permite un gasto prácticamente ilimitado en las campañas. El fallo dio paso a los llamados Super Pacs, comités de acción política que pueden recibir donaciones sin límite, pero que no pueden contribuir directamente a las campañas. No obstante, pueden financiar grandes sumas en publicidad política, lo que facilita a magnates como Musk influir directamente en la dirección de las elecciones sin ninguna restricción.
Aunque la transparencia de estas donaciones sigue siendo limitada, ya que las contribuciones pueden realizarse de formas indirectas, el impacto de las inversiones tecnológicas es innegable. El caso de Musk, quien recientemente pasó de criticar a Trump a convertirse en uno de sus principales patrocinadores, ejemplifica cómo los intereses empresariales y políticos están cada vez más entrelazados.
La relación entre Musk y Trump ha evolucionado considerablemente desde que el magnate de Tesla sugirió en 2022 que el expresidente debería “colgar su sombrero y navegar hacia el atardecer”. Sin embargo, tras la donación millonaria de Musk, Trump nombró al CEO de SpaceX para liderar una nueva comisión gubernamental destinada a evaluar el gasto público. Este movimiento demuestra el acceso privilegiado que los empresarios más poderosos han logrado al más alto nivel del gobierno.
La creciente influencia de la tecnología en las elecciones no solo refleja el poder económico de Silicon Valley, sino también el deseo de controlar el futuro de las políticas públicas en áreas como la regulación de las redes sociales, las criptomonedas y las grandes corporaciones tecnológicas. A medida que la política estadounidense se ve cada vez más moldeada por los intereses de quienes han hecho fortunas en este sector, la pregunta sobre qué tan transparente y equitativo es el proceso electoral sigue siendo central.
En definitiva, las elecciones de 2024 están marcando un punto de inflexión en la historia de las contribuciones políticas. La industria tecnológica no solo está financiando campañas, sino que está reescribiendo las reglas del juego, convirtiéndose en una de las fuerzas más poderosas e influyentes en la política de Estados Unidos.
Crédito fotográfico: Brandon Bell / Getty Images