THE LATIN VOX (20 de diciembre del 2024).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
Desde el inicio de su primer mandato, Donald Trump ha dejado claro su desprecio por la prensa, a la que ha llamado “el enemigo del pueblo”. Con la posibilidad de una segunda presidencia a la vista, los observadores de los medios ya están levantando la voz de alarma sobre las formas en que Trump podría utilizar la intimidación, demandas legales e investigaciones fraudulentas para dañar la libertad de prensa.
Sin embargo, hay un grupo particular de periodistas que debería preocuparnos aún más: aquellos que trabajan directamente para el gobierno de EE. UU. en sus medios internacionales.
La Agencia de Medios Globales de EE. UU. (USAGM), que supervisa varias emisoras públicas dirigidas principalmente a audiencias extranjeras, es responsable de algunos de los medios de comunicación más influyentes del mundo.
Entre ellos se encuentran Voice of America (VOA), Radio Free Europe (RFE), Radio Free Asia (RFA) y Radio y Televisión Martí, que transmite a Cuba. Con un presupuesto cercano a los mil millones de dólares y una audiencia semanal de 420 millones de personas en más de 100 países, estos medios tienen un alcance global que supera a muchos de los principales medios de comunicación nacionales en EE. UU.
Durante el primer mandato de Trump, la administración intentó convertir estas plataformas en altavoces de su ideología política, alineándolas con la visión de la extrema derecha que él promovía. Esta intervención comenzó con la asignación de Jeffrey Scott Shapiro, un periodista conservador, a un cargo importante en la Oficina de Radiodifusión de Cuba, responsable de Radio y Televisión Martí.
Shapiro acusó a María González, la entonces directora de la oficina, de ser espía cubana, lo que llevó a una investigación de seguridad sin fundamento en su contra. Tras la renuncia de González, Martí comenzó a reflejar temáticas de extrema derecha, como calificar a George Soros de “judío no creyente de moral flexible” y atacar la «islamización» de Europa.
En un paso aún más dramático, Trump nombró a Michael Pack, un aliado cercano del exasesor de extrema derecha Steve Bannon, como director de la USAGM. Pack despidió o inició investigaciones de lealtad sin justificación contra periodistas y ejecutivos, y trató de influir en la cobertura para hacerla más favorable a la administración Trump. Muchos de los periodistas de Voice of America comenzaron a autocensurarse, temiendo por sus empleos y por la seguridad de sus fuentes.
La persecución hacia los periodistas que trabajaban en VOA se intensificó cuando Pack, al igual que Shapiro, acusó a algunos de ser espías y no renovó las visas de los reporteros extranjeros, exponiéndolos a riesgos de persecución en sus países de origen. Sin embargo, Pack mostró poco interés por la seguridad de estos periodistas, que arriesgaban su vida para exponer la verdad en contextos muy difíciles.
El nombramiento reciente de Kari Lake, ex candidata a gobernadora de Arizona y ferviente seguidora de Trump, para liderar Voice of America en un posible segundo mandato de Trump, sugiere que las intenciones del expresidente son claras: convertir estas emisoras en vehículos de propaganda pro-Trump.
Lake ha expresado que su papel en VOA sería “cronicando los logros de América en todo el mundo” y ha mostrado una inclinación por las teorías conspirativas, como las relacionadas con la pandemia de Covid-19 y las elecciones de 2020. A su vez, ha descrito a los periodistas como “monstruos” que deberían ser “desfinanciados” y ha demostrado un profundo rechazo hacia los inmigrantes, cuya contribución es crucial para la misión de VOA.
Lake es conocida por su lealtad inquebrantable a Trump, lo que pone en riesgo la imparcialidad y la objetividad de los medios internacionales financiados por el gobierno de EE. UU. Si, como se teme, estos medios caen bajo el control directo del Departamento de Estado o del Consejo de Seguridad Nacional, podría materializarse la propuesta de “Proyecto 2025”, que transformaría a las emisoras públicas en meras plataformas de propaganda del gobierno.
A pesar de la resistencia de algunos miembros del Congreso, la Corte y periodistas valientes durante el primer mandato de Trump, el panorama para el futuro es incierto. Con un Partido Republicano cada vez más alineado con las ideas de Trump y una judicatura conservadora más activa, es posible que la oposición a la manipulación de los medios por parte de Trump no sea suficiente para proteger la independencia de las emisoras financiadas por el gobierno.
Si Trump logra su objetivo de controlar los medios internacionales financiados por el gobierno de EE. UU., sería una señal clara para el mundo de que la democracia en Estados Unidos está en declive, y que la lucha por una prensa libre y objetiva enfrenta retos cada vez mayores.
Crédito fotográfico: Voice of America (VOA)