Análisis: ¿Cuál es el verdadero sentido del Foro Económico Mundial en Davos?

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THE LATIN VOX (25 de enero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

En el majestuoso escenario del Foro Económico Mundial en Davos, donde las élites globales se reúnen cada año para discutir el futuro de la economía mundial, un sentimiento parece estar ganando terreno: la creciente desconexión y desconfianza hacia los ultra-ricos.

Este año, una figura destacada como la ministra británica Rachel Reeves, quien declaró con calma que está “relajada” respecto a la creación de riqueza, parece ser una rara excepción en un foro donde la élite ya no parece tener la misma certeza en sus propias aspiraciones económicas.

Reeves, al referirse a la creación de riqueza, dijo estar “absolutamente relajada” sobre el tema, algo que la coloca en una posición minoritaria, si no solitaria, en el actual contexto de Davos.

Si bien la creación de riqueza como concepto puede sonar como una declaración inofensiva, es un término que la elite global ha adoptado para referirse a sí misma, un lenguaje familiar de los “ricos” que, sin embargo, está siendo cuestionado cada vez más, incluso por los propios individuos que se consideran parte de esa elite.

El descontento de los ricos con los super ricos

Un estudio reciente de Patriotic Millionaires, un grupo pro-impuestos compuesto por personas de alto patrimonio, reveló que más de la mitad de los 2.000 millonarios encuestados en los países del G20 consideran que la riqueza extrema es una amenaza para la democracia.

Y no solo eso: más de dos tercios afirman que la influencia visible de los más ricos está llevando a una desconfianza generalizada hacia los medios, el sistema judicial y la propia democracia. En otras palabras, la concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos está socavando la cohesión social y la confianza en las instituciones.

El foro de este año, que tradicionalmente ha sido la plataforma donde los ultra-ricos presentan su versión de la filantropía y sus planes para resolver los problemas globales, se ha visto arrastrado por estos vientos de cambio.

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, reconoció que el sueño neoliberal de un orden mundial cooperativo ha llegado a su fin. En lugar de ese ideal, estamos en una nueva era marcada por una feroz competencia geoestratégica, con naciones y corporaciones luchando por una supremacía cada vez más descontrolada.

La ironía de Davos: La fiesta de los ricos en declive

Davos siempre ha sido el escaparate perfecto para los súper ricos, un evento donde uno puede acercarse lo suficiente como para casi tocarlos, mientras escuchan sus pensamientos sobre los grandes desafíos del mundo. Sin embargo, rara vez son los multimillonarios los que toman el escenario.

En su lugar, académicos, directores ejecutivos y ministros de alto rango discuten sobre los problemas globales, dejando al público inferir lo que los más ricos realmente piensan.

Aunque en años recientes estas discusiones han sido bastante sombrías, con temas como el cambio climático y el riesgo de una guerra nuclear, la solución que se ofrece siempre es la misma: más riqueza concentrada en menos manos, como si los problemas globales pudieran solucionarse a través de la innovación tecnológica y el “trabajo inteligente” de una clase privilegiada.

Este discurso, a menudo desconectado de la realidad de millones de personas, ha creado una burbuja donde los más ricos pueden pasar desapercibidos entre los menos ricos, haciéndose pasar por defensores de los intereses comunes.

Pero ahora, en un giro de los acontecimientos, los súper ricos ya no están tan interesados en ocultarse detrás de esta fachada. En lugar de enmascarar sus intereses, están directamente en el centro del poder, ejerciendo su influencia en la política mundial, desde Elon Musk hasta Mark Zuckerberg.

Los millonarios ya no se molestan en disimular sus ambiciones, y Davos, que alguna vez fue su escenario de marketing social, parece ahora un lugar obsoleto.

La obsolescencia de Davos

Davos, que en su momento sirvió para vender la concentración de riqueza como un bien público, ya no tiene sentido. En un mundo donde los millonarios y multimillonarios están cada vez más alejados de las preocupaciones del resto de la población, este evento se ha convertido en un espectáculo de autocomplacencia y delirio colectivo.

En lugar de una fiesta de innovación y progreso, Davos ahora refleja la desconexión entre los súper ricos y la realidad del resto del mundo.

La pregunta que surge es si realmente tiene sentido seguir promoviendo este tipo de encuentros, donde se habla de la creación de riqueza sin abordar las profundísimas desigualdades que existen en el sistema económico global.

Mientras los grandes magnates siguen acumulando fortunas inimaginables, el resto de la población se enfrenta a crisis sociales y económicas que no encuentran solución en los discursos elitistas de Davos.

Por otro lado, el resto de los presentes en Davos se enfrentan a una creciente crisis de confianza en las instituciones, un desdén generalizado hacia los intereses de los más ricos, y un futuro incierto marcado por el ascenso de políticas populistas y nacionalistas.

Davos ya no es necesario para los tecnobros, los súper ricos que ahora gobiernan el mundo digital y político. Ya no necesitan convencer al público de que tienen buenas intenciones. La fiesta ha terminado, y el Foro Económico Mundial parece más una reliquia de un pasado en el que las élites se creían legítimas por su capacidad de crear riqueza, cuando en realidad su influencia ha comenzado a ser más una carga que una bendición para la democracia global.

Crédito fotográfico: Foro Económico Mundial


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