
THE LATIN VOX (5 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, no solo ha redoblado sus ataques contra la prensa libre, sino que, cada vez con menos resistencia, parece estar ganando esa batalla.
Lo que comenzó como una guerra verbal, se ha convertido en una estrategia cuidadosamente ejecutada para debilitar el periodismo independiente y someter a los grandes medios a los intereses del poder.
El senador Bernie Sanders, una de las voces más firmes contra la deriva autoritaria de Trump, lo dijo sin rodeos la semana pasada: “Trump está socavando nuestra democracia y moviéndose rápidamente hacia el autoritarismo, y los multimillonarios que priorizan sus carteras sobre la libertad de prensa lo están ayudando”.
Un acuerdo que huele a rendición
La más reciente señal de alarma provino de un polémico acuerdo entre Paramount, matriz de CBS News, y el propio Trump.
La empresa accedió a pagar 16 millones de dólares como “donación” a la biblioteca presidencial de Trump, a cambio de poner fin a una demanda por la edición de una entrevista con Kamala Harris en 60 Minutes durante la campaña de 2024. El reclamo, ampliamente desacreditado, sostenía que el programa mostró sesgo en contra de Trump.
Lo que preocupa no es solo el pago, sino su contexto: la familia Redstone, propietaria de Paramount, busca la aprobación regulatoria del gobierno de Trump para concretar una venta multimillonaria a Skydance. La transacción podría dejarles más de 2400 millones de dólares.
Para críticos como Bob Corn-Revere, de la Fundación para la Expresión y los Derechos Individuales, este caso “abre la puerta a que el gobierno actúe como editor en jefe de los medios”.
“Día oscuro para el periodismo”
La indignación de Sanders y otros demócratas no se limita a la retórica. Junto a las senadoras Elizabeth Warren y Ron Wyden, envió una carta advirtiendo que este tipo de acuerdos podrían constituir sobornos encubiertos. “Esto es corrupción a plena vista”, sentenció Warren, quien pidió una investigación federal sobre el acuerdo.
Pero la indignación choca contra un muro: el silencio o la complicidad de los grandes conglomerados mediáticos. Ya no se trata solo de CBS. Hace seis meses, Disney, dueño de ABC News, pagó también 16 millones para cerrar un litigio con Trump por los comentarios del presentador George Stephanopoulos sobre una acusación de agresión sexual contra el mandatario.
Trump también ha presentado una demanda contra el pequeño periódico Des Moines Register por publicar una encuesta desfavorable, y ha amenazado con procesar a CNN por informar sobre una aplicación que alerta a inmigrantes sobre operativos de deportación. “Vamos a perseguirlos y procesarlos. Lo que hacen es ilegal”, dijo la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem.
“Scum”: la retórica como arma
El tono no ha cambiado desde su primer mandato, pero ahora sus palabras parecen tener consecuencias más tangibles. “CNN es basura. MSNBC es basura. The New York Times es basura. Son mala gente. Están enfermos”, dijo Trump recientemente. Es más que insultos: es una estrategia para socavar la credibilidad de la prensa tradicional, reemplazándola por medios alineados ideológicamente y, en muchos casos, económicamente dependientes del gobierno.
Una de las decisiones más alarmantes fue la prohibición de reporteros de Associated Press en la Casa Blanca, luego de que la agencia continuara usando el nombre “Golfo de México” en lugar del renombrado “Golfo de América”. Aunque la AP ha demandado, la cobertura oficial ahora se abre a nuevos medios sin antecedentes de imparcialidad, seleccionados por su disposición a halagar al presidente.
Crisis económica y moral del periodismo
Todo esto ocurre mientras el periodismo estadounidense enfrenta su mayor crisis estructural en décadas.
Decenas de periódicos regionales han cerrado, las redacciones digitales han recortado personal y nombres emblemáticos como BuzzFeed, Vice News y HuffPost apenas sobreviven. El modelo de negocio colapsa frente al dominio de las redes sociales y la inteligencia artificial, mientras que los grandes medios corporativos priorizan el interés comercial sobre el deber democrático.
“Muchos medios son solo compartimentos dentro de corporaciones gigantescas cuyo interés en el periodismo está muy por debajo de sus prioridades comerciales”, explica Bob Thompson, profesor de medios en la Universidad de Syracuse. “No sorprende que tengamos conflictos constantes entre la verdad y los negocios.”
Los pocos que prosperan son, precisamente, los más afines a Trump. Fox News, propiedad de la familia Murdoch, sigue siendo el bastión conservador dominante, con una audiencia fiel y creciente.
¿Resistirá la democracia?
“La línea está clara”, dice Clayton Weimers, director de Reporteros Sin Fronteras en EE. UU. “Entre los dueños que defienden la libertad de prensa y los que se rinden ante el poder presidencial.” Jameel Jaffer, del Instituto Knight de la Primera Enmienda, va más allá: “Llamarlo ‘acuerdo’ no refleja lo que realmente es. Esto es una rendición. O peor aún, un soborno.”
En este escenario, el papel de Trump ya no es solo el de un líder autoritario que ataca la prensa. Es el catalizador de un sistema que ya estaba enfermo. Su administración no inventó la crisis del periodismo, pero ha sabido explotarla al máximo, empujando con fuerza a una institución ya al borde del abismo.
“Estamos viendo cómo se derrumba frente a nuestros ojos”, advierte Thompson. “Lo sorprendente es que no haya sucedido antes.”
En una democracia, la prensa libre es el primer muro de defensa. Hoy, ese muro está resquebrajado. Y el silencio de quienes deberían defenderlo es cada vez más ensordecedor.
Crédito fotográfico: Chip Somodevilla/Getty Images.