
THE LATIN VOX (12 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Eli tiene 16 años y su verano debería estar lleno de cosas típicas para un estudiante sobresaliente: un curso de física, un proyecto de investigación, prácticas en un museo y entrenamientos de animación.
Pero en lugar de eso, este joven trans de Los Ángeles pasa sus días buscando cómo acceder a un tratamiento médico vital que, hasta hace unas semanas, daba por garantizado.
El correo electrónico llegó sin previo aviso: el Children’s Hospital Los Angeles (CHLA) cerraba su Centro para la Salud y el Desarrollo de Jóvenes Trans, que durante tres años le brindó apoyo psicológico y acceso a tratamiento hormonal. Eli se quedó sin su fuente de atención médica —y sin respuestas claras— mientras el hospital citaba amenazas del gobierno federal como motivo principal del cierre.
“Pensé que estas cosas solo pasaban en estados conservadores”, dijo Eli, sentado junto a su madre en una organización LGBTQ+ en Boyle Heights. “Nunca imaginé que afectaría directamente mi vida aquí, en California.”
El fin de una referencia nacional
El centro de CHLA era uno de los más antiguos y prestigiosos del país. Desde 1991 atendía a miles de jóvenes trans y era considerado un faro de esperanza, especialmente para familias sin acceso a seguros privados. Ahora, casi 3.000 pacientes como Eli se ven obligados a buscar alternativas, temiendo quedarse sin sus tratamientos.
La razón del cierre, según una carta interna del hospital, fueron las amenazas de la administración Trump de retirar fondos federales —una medida que, de concretarse, afectaría también a cientos de miles de otros pacientes pediátricos. Stanford Medicine, por su parte, también ha suspendido cirugías de afirmación de género para menores, alegando “directrices federales”.
El ataque federal: miedo, incertidumbre y protestas
California fue el primer estado santuario para la atención médica de jóvenes trans en 2022. Hoy, muchos sienten que esa protección se desvanece. Las familias ahora se preparan para lo peor: acumulación de hormonas, búsqueda de atención en el extranjero o incluso considerar abandonar Estados Unidos.
“Mis padres huyeron de la guerra y la pobreza en Centroamérica para ofrecerme una vida mejor. Nunca pensé que estaría considerando hacer lo mismo para proteger a mi hijo”, dijo Emily, madre de Eli y educadora.
Los temores no son infundados. La administración Trump ha intensificado los ataques contra jóvenes trans en California, incluyendo amenazas de recortes a la educación si no se prohíbe la participación de chicas trans en deportes femeninos. El FBI incluso ha iniciado investigaciones contra clínicas y médicos que ofrecen atención afirmativa de género, utilizando un lenguaje que algunos describen como criminalizador.
“Hay un clamor de terror”, dijo una madre de Los Ángeles. “Siento que en cualquier momento podrían venir por nosotros.”
“Esta atención me salvó la vida”
Katie, otra joven de 16 años, comenzó su proceso de transición en CHLA cuando tenía solo nueve. “Nunca hubo prisas. Al principio solo fue terapia, pero me sentía vista, escuchada. Era como tener un futuro”, explicó.
Con el tiempo, recibió bloqueadores de pubertad y luego terapia hormonal. Hoy, está en riesgo de perder ese acceso. “A veces pienso: ¿qué habría sido de mi vida sin este tratamiento? Y la verdad, no me veo aquí. No me imagino viva.”
Sage, paciente no binarie de CHLA, recuerda haber vivido una depresión paralizante por su disforia de género: “No podía ni verme en el reflejo de una ventana. Esta atención me salvó la vida, igual que un trasplante de hígado salvó la de mi hermano gemelo.”
Padres en pie de lucha
Jesse Thorn, locutor de radio y padre de dos hijas trans atendidas en CHLA, lamenta la decisión del hospital: “Era un centro de investigación serio, con procesos lentos y bien cuidados. Esta no era una clínica improvisada. Es un golpe devastador.”
Las familias ahora enfrentan largas listas de espera en otras clínicas y temen que los hospitales restantes también cedan ante las presiones federales. “Muchos padres no son extremistas, simplemente están abrumados y necesitan un lugar confiable. Ahora, ese lugar ha desaparecido”, dijo una madre anónima.
Mientras tanto, las protestas crecen. En manifestaciones semanales frente a CHLA, jóvenes trans y sus familias levantan pancartas que dicen “La alegría trans es resistencia” y “No somos desechables”. En una de ellas, Sage tomó el micrófono: “No estoy hablando solo por mí, sino por todas las personas trans que vinieron antes, cuyas tumbas aún llevan nombres equivocados.”
Una lucha que recién comienza
La administración estatal ha declarado que sigue comprometida con la legalidad de estos tratamientos, pero la confianza en sus líderes se tambalea. “El silencio del gobernador Newsom ha sido inquietante”, dijo la madre de Katie. “Pensamos que California aguantaría, pero ahora no estamos seguros.”
Eli, sin embargo, no se rinde. “No estoy pidiendo nada extraordinario. Solo lo básico: poder vivir mi vida, tener acceso a cuidados que me permiten ser quien soy. Esto es sentido común.”
En un país donde el derecho a la atención médica se ha convertido en un campo de batalla político, jóvenes como Eli, Katie y Sage levantan la voz no solo por ellos, sino por un futuro en el que nadie deba huir para ser tratado con dignidad.
Crédito fotográfico: Reuters