Arabia Saudita: Prohibiciones de viaje a activistas revelan un nuevo rostro de la represión

To shared

THE LATIN VOX (25 de julio del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

Mientras Arabia Saudita se proyecta al mundo como una nación abierta al turismo, la cultura y el deporte —sede futura del Mundial masculino de la FIFA en 2034—, puertas adentro mantiene cerradas las fronteras para muchos de sus propios ciudadanos: especialmente para quienes alguna vez se atrevieron a alzar la voz.

Organizaciones de derechos humanos acusan al gobierno saudita de imponer restricciones de viaje “crueles e ilegales” a decenas de activistas, en especial mujeres, como una forma encubierta de represión y censura prolongada. El objetivo: impedir que cuenten al mundo lo que vivieron tras las rejas.

Castigos que continúan después de la cárcel

Una de las figuras más emblemáticas afectadas es Loujain al-Hathloul, la activista que lideró la lucha por el derecho de las mujeres a conducir en Arabia Saudita.

Aunque fue liberada en 2021 tras casi tres años de prisión, su libertad es parcial: una prohibición de viaje de dos años y diez meses le impedía salir del país hasta noviembre de 2023. Sin embargo, hoy —meses después de ese plazo— Loujain sigue sin poder cruzar las fronteras, sin explicación oficial alguna.

Otro caso es el de Maryam al-Otaibi, quien junto a sus hermanas fue perseguida por su activismo por los derechos de las mujeres. Las autoridades sauditas aseguran que las restricciones de viaje que enfrenta se deben a una decisión administrativa “competente”, sin mayores detalles.

“Estos vetos son una estrategia silenciosa pero brutal,” explica Lina al-Hathloul, hermana de Loujain y también activista. “Es más fácil que encarcelarlas otra vez, pero el resultado es el mismo: mantenerlas calladas. Y al extender los castigos a sus familias, se multiplica el silencio.”

Una fachada de modernización

La paradoja es flagrante. Arabia Saudita invierte miles de millones en mostrar una imagen internacional moderna: abre resorts de lujo, organiza conciertos de artistas globales y busca posicionarse como epicentro deportivo del Medio Oriente. Pero mientras las luces se encienden para los turistas, los focos se apagan para las voces críticas internas.

La ONG ALQST, con sede en Londres, publicó recientemente una lista de al menos 20 personas bajo prohibiciones judiciales de viaje. Sin embargo, se estima que decenas —quizás cientos— de sauditas enfrentan restricciones informales, descubiertas solo cuando intentan salir del país y son detenidos en el aeropuerto.

“Muchos de estos ex prisioneros pueden ser vistos en público, dando la impresión de libertad. Pero la realidad es una constante autocensura forzada, una libertad condicional sin fin”, añade Lina.

Un castigo colectivo

Las restricciones no solo afectan a los activistas. Muchas veces se extienden a padres, hermanos e incluso cónyuges, creando un clima de temor generalizado y control social extendido. “No basta con silenciar al activista; también se impide que su entorno hable por él o ella. Es una forma de castigo colectivo”, denuncian desde ALQST.

La respuesta oficial: Ambigüedad y legalismos

En una respuesta a solicitudes de información de Naciones Unidas, las autoridades sauditas negaron irregularidades. Alegaron que Loujain está sujeta únicamente a lo estipulado por una sentencia judicial, y que Maryam enfrenta una prohibición “administrativa” válida. No se ofrecieron explicaciones sobre la duración o posibilidad de apelación de estas restricciones.

¿Modernización o maquillaje?

El caso de Arabia Saudita plantea una pregunta urgente: ¿puede un país realmente transformarse si reprime el derecho de sus ciudadanos a expresarse y moverse libremente?

Mientras el príncipe heredero Mohammed bin Salman impulsa reformas económicas y culturales bajo su plan Visión 2030, los derechos humanos —especialmente de mujeres activistas— siguen siendo una asignatura pendiente. La imagen de apertura no es más que un velo que encubre la persistente intolerancia a la disidencia.

“Lo que estamos viendo es una modernización estética, no estructural,” concluye Lina al-Hathloul. “Un país que teme las palabras de sus mujeres no está preparado para liderar nada en el siglo XXI.”

Crédito fotográfico: Bloomberg



To shared