
THE LATIN VOX (2 de agosto del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
En un mundo político cada vez más polarizado, la amistad entre el secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Lammy, y el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, sorprende por su autenticidad.
Lo que comenzó como una conversación informal entre dos figuras internacionales durante un evento diplomático en Italia, se ha transformado en una conexión genuina basada en experiencias compartidas: infancias difíciles, orígenes obreros y el deseo común de hacer del poder un instrumento de transformación.
En una serie de entrevistas recientes con el diario inglés The Guardian, Lammy habló con franqueza sobre una “hora y media maravillosa” compartida con Vance y la vice primera ministra británica,
Angela Rayner, en la embajada estadounidense en Roma, durante la ceremonia de investidura del nuevo Papa. “No éramos solo políticos de clase trabajadora, sino personas con infancias disfuncionales”, relató.
Mientras Rayner y Vance tomaban unas copas, Lammy optó por una Diet Coke. El gesto, trivial en apariencia, simboliza una amistad que desafía la lógica partidista. “JD realmente se identifica conmigo. Nos entendemos”, aseguró Lammy, quien incluso asistió a misa en la casa del vicepresidente estadounidense.
Infancias rotas, vínculos reales
La conexión entre ambos líderes no nace de afinidades ideológicas, sino de cicatrices compartidas. Lammy, que creció en Tottenham, Londres, hijo de inmigrantes guyaneses, enfrentó la violencia doméstica y el abandono paterno.
Su padre, un alcohólico que agredía a su madre, se fue a Estados Unidos y nunca regresó. “Psicológicamente fue devastador. Me preguntaba si realmente me quería”, confesó el ahora jefe de la diplomacia británica. Su padre murió de cáncer sin que volvieran a verse.
Vance, por su parte, se crió en Ohio entre la pobreza, la adicción y la disfunción familiar, vivencias que narró en su célebre autobiografía Hillbilly Elegy. Aunque hoy ocupan altos cargos en sus respectivos gobiernos, ambos siguen marcados por aquellas raíces turbulentas.
Entre la culpa, la crítica y la esperanza
Lammy también abordó otros temas sensibles durante la entrevista. Admitió sentir culpa por no haber preparado mejor a Volodymyr Zelenskyy antes de su tensa reunión en la Casa Blanca con Donald Trump y JD Vance, donde el presidente ucraniano fue cuestionado duramente por su papel en la guerra con Rusia. “Me sentí mal. Pensé: ‘¿Por qué no hice más?’”, expresó.
No esquivó la controversia en casa. Sobre el discurso del primer ministro Keir Starmer, en el que describía al Reino Unido como una “isla de desconocidos” —una frase criticada por recordar la retórica de Enoch Powell—, Lammy fue tajante: “Fue una mala elección de palabras. Si me hubieran mostrado el discurso, habría dicho: ‘Eso, quítenlo’”.
En cuanto al conflicto en Gaza, Lammy habló desde la emoción: “Días de profunda frustración, profunda tristeza. Todo es desesperado: para la gente sobre el terreno, para los rehenes, para el mundo que clama por un alto al fuego”. Confirmó su intención de visitar Gaza “en cuanto pueda entrar”, y defendió la idea de reconocer al Estado palestino como un paso diplomático de gran peso: “Esa es una carta que solo puedes jugar una vez”.
“En el lugar correcto, en el momento justo”
A pesar del dolor de su pasado, Lammy dice sentirse finalmente en paz con su papel. “Por primera vez en mi vida, no tengo síndrome del impostor. De verdad siento que estoy en el lugar correcto, en el momento justo, para este trabajo.”
Su capacidad para construir puentes, incluso entre personas con historias y visiones distintas, como JD Vance, parece confirmar esa percepción. En un tiempo en que las líneas partidistas dividen más que nunca, una Diet Coke compartida en Roma se convierte, inesperadamente, en símbolo de algo mucho más profundo: humanidad, empatía y propósito.
Crédito fotográfico: The Independent