
THE LATIN VOX (12 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
Más de 300 trabajadores surcoreanos aterrizaron este viernes en el aeropuerto internacional de Incheon después de una semana de detención en Estados Unidos que ha provocado una ola de indignación en Corea del Sur y puesto a prueba la confianza en su aliado más cercano.
Los 316 surcoreanos, junto con 14 empleados de otras nacionalidades, fueron detenidos el 4 de septiembre durante una operación masiva de agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en un sitio de construcción de una planta de baterías de Hyundai-LG en Georgia, valorada en 4.300 millones de dólares.
La redada, la mayor jamás realizada por el Departamento de Seguridad Nacional en un solo lugar, terminó con imágenes de trabajadores esposados que, para muchos surcoreanos, evocaron recuerdos de sometimiento por potencias extranjeras.
Una herida en la alianza con Washington
El presidente Lee Jae Myung lanzó su advertencia más dura hasta la fecha: “Las empresas coreanas dudarán en invertir directamente en Estados Unidos si no se resuelven rápidamente los problemas de visado”.
Lee recordó que los técnicos enviados no eran empleados permanentes, sino especialistas encargados de instalar maquinaria y equipos que los propios estadounidenses no tienen formación para manejar.
El jefe de gabinete presidencial, Kang Hoon-sik, ofreció disculpas por no haber conseguido un retorno más rápido y resumió el sentir del gobierno: “Estamos en una nueva normalidad en la relación con Estados Unidos; todo cambia constantemente y cada vez hay que negociar, no solo en aranceles, sino también en seguridad”.
La “zona gris” de los visados
Los trabajadores ingresaron con visados de negocios B1 y bajo el programa de exención ESTA, mecanismos utilizados durante años en una “zona gris” tolerada por administraciones anteriores. Pero esta vez, Washington determinó que se trataba de empleo ilegal.
La dureza de la operación provocó rechazo en todos los sectores políticos surcoreanos. El diario Seoul Economic Daily habló de “prisioneros de guerra”; el conservador Chosun Ilbo lo calificó de “arresto despiadado y traición”; mientras que el progresista Hankyoreh preguntaba en portada: “¿Así se trata a un aliado?”. Una encuesta de MBC mostró que el 68% de los surcoreanos considera que EE.UU. “no mostró consideración” hacia su socio estratégico.
Diplomacia de emergencia y rabia popular
El canciller Cho Hyun viajó de urgencia a Washington y obtuvo garantías de su homólogo, Marco Rubio, de que los trabajadores no serían encadenados durante su repatriación. La concesión llegó después de que circularan videos de agentes de ICE trasladando a los técnicos coreanos esposados, lo que provocó furia nacional.
El propio Donald Trump retrasó su salida un día al ofrecer que permanecieran en el país para “entrenar a trabajadores estadounidenses”, pero solo uno aceptó.
En el aeropuerto de Incheon, los repatriados evitaron a la prensa y abordaron discretamente los autobuses de regreso. Afuera, manifestantes reflejaban el sentimiento generalizado de traición. “Trump, ¿quién te crees que eres?”, gritó un hombre de 75 años, Hong Jung-sik, describiendo el episodio como una “humillación nacional” y “un comportamiento malvado”.
Una alianza bajo tensión
El incidente llega en un momento delicado, cuando Seúl busca ampliar su cooperación tecnológica y militar con Washington frente a China y Corea del Norte. Sin embargo, la redada ha sembrado dudas sobre la reciprocidad en una relación que se consideraba blindada.
“Las empresas coreanas que ya invirtieron en EE.UU. están desconcertadas”, admitió Lee. Para muchos en Seúl, la pregunta ya no es solo económica: es si Estados Unidos sigue siendo un socio en el que se pueda confiar.
Crédito fotográfico: AP News