Opinión: Trump y la libertad de expresión … del juramento al giro autoritario

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THE LATIN VOX (27 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

En apenas dos semanas, el asesinato del activista conservador Charlie Kirk ha servido como catalizador para un giro inesperado y drástico en la política estadounidense: un ataque frontal contra la libertad de expresión liderado por el propio presidente Donald Trump.

Lo que comenzó como una promesa solemne en su segundo mandato —restaurar la libertad de palabra y acabar con la censura federal— ha mutado en una ofensiva sin precedentes contra periodistas, medios de comunicación y voces críticas.

El contraste es llamativo. El 20 de enero, horas después de jurar como el 47º presidente de Estados Unidos, Trump estampaba su firma en la orden ejecutiva 14149, proclamando que la censura gubernamental era “intolerable en una sociedad libre”.

Hoy, ese compromiso parece enterrado bajo una avalancha de medidas que incluyen amenazas a cadenas de televisión, sanciones a presentadores de programas nocturnos y la criminalización de expresiones protegidas por la Primera Enmienda.

La represión tras la tragedia

Entre las acciones tomadas tras la muerte de Kirk se encuentran:

  • la suspensión temporal de Jimmy Kimmel, presionada por la Casa Blanca, por comentarios sobre el sospechoso del asesinato;
  • advertencias a grandes cadenas de que podrían perder su licencia si difunden información “desagradable” para el presidente;
  • el anuncio de procesar legalmente el “discurso de odio”, pese a que la Constitución lo ampara;
  • la designación de antifa como “organización terrorista”, en lo que muchos ven como una criminalización de la ideología política;
  • y restricciones de acceso a periodistas que cubren el Pentágono si no aceptan pautas oficiales de cobertura.

Fisuras dentro de la derecha

La mayoría del Partido Republicano y de la base MAGA han cerrado filas en torno a Trump. Sin embargo, algunas voces disidentes —libertarias y conservadoras— advierten que el giro autoritario amenaza no solo a la oposición progresista, sino también al propio movimiento conservador.

El Instituto Cato, referente libertario que inicialmente apoyó el regreso de Trump con su agenda de “gobierno limitado”, se ha convertido en uno de los críticos más frontales. Thomas Berry, su director de estudios constitucionales, denunció que “el uso del poder estatal para silenciar ideas es una restricción peligrosa a la libertad individual”.

Incluso figuras del propio campo republicano han mostrado incomodidad. El senador Ted Cruz advirtió que la intimidación a medios podría terminar “mal para los conservadores”. Y el congresista Thomas Massie comparó los intentos de penalizar el discurso de odio con los “crímenes de pensamiento” de George Orwell.

Entre la censura y la contradicción

La paradoja no pasa desapercibida: Trump prometió acabar con la censura, pero ha terminado por desplegarla con intensidad. El fenómeno ha sido descrito por académicos como “envidia censora”: la tentación de usar las herramientas de poder contra los rivales una vez que se tienen en las manos.

Ese doble rasero también lo señaló el propio Charlie Kirk en vida, al afirmar: “El discurso de odio no existe legalmente en Estados Unidos. Todo discurso, incluso el más feo y repugnante, está protegido por la Primera Enmienda”.

El futuro en juego

El choque entre la retórica libertaria y la práctica autoritaria del presidente podría marcar el rumbo del conservadurismo estadounidense en los próximos años.

Para algunos, la batalla se librará en los tribunales, confiando en que la Constitución y la independencia judicial resistan la embestida.

Para otros, la lucha es cultural, una “guerra memética” en la que la sátira —desde los editoriales críticos hasta series como South Park, que caricaturizan a Trump como un dictador censor— se convierte en un recordatorio de que la irreverencia forma parte del ADN estadounidense.

En palabras del periodista libertario Matt Welch: “Siempre hemos sido un país de críticos, de voces incómodas. Al final, ese espíritu sobrevivirá a cualquier intento de amordazarlo. Incluso al de un presidente obsesionado con controlar el discurso”.

Crédito fotográfico: The Mirror (UK)


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