Meta Connect 2025: La brecha entre la retórica de la IA y la realidad tecnológica

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THE LATIN VOX (28 de septiembre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

En un futuro que Silicon Valley nos insiste en pintar como inevitable, la inteligencia artificial alcanzará una “superinteligencia” capaz de transformar la vida humana.

Al menos así lo proclamó Mark Zuckerberg la semana pasada en Meta Connect 2025, la conferencia de desarrolladores de la compañía en Menlo Park, California.

Pero el discurso grandilocuente se estrelló con la cruda realidad: las nuevas gafas inteligentes de Meta, las Ray-Ban Meta Display, no lograron realizar una simple videollamada.

El espectáculo arrancó con fuerza: Zuckerberg, en camiseta oversize y rizos cuidadosamente despeinados, entró al escenario mientras saludaba con puños cerrados y transmitía su propia perspectiva a través de la cámara de sus gafas.

“Superinteligencia”, dijo, sería “la tecnología más importante de nuestras vidas”, destinada a servir a las personas y no a automatizar la sociedad. Era el tono mesiánico que se esperaba de un líder tecnológico.

Pero la magia duró poco. El chef Jack Mancuso, invitado a probar la función de asistente de cocina, pidió a la IA ayuda para preparar una salsa. La respuesta: que ya había mezclado ingredientes inexistentes y que lo siguiente era rallar una pera.

Cuando Mancuso repitió la pregunta, la IA volvió a dar exactamente la misma respuesta equivocada, hasta que la conexión se interrumpió. Zuckerberg, con una sonrisa incómoda, culpó al wifi.

El desastre no terminó allí. El CEO intentó mostrar la “neural interface”, una pulsera capaz de leer señales eléctricas musculares para escribir o contestar llamadas sin mover un dedo. En teoría, una proeza futurista. En la práctica, un recital de llamadas fallidas a su socio Andrew Bosworth, con una pantalla proyectando en vivo la frustración de Zuckerberg mientras acumulaba notificaciones de “videollamada perdida”.

No es la primera vez que una demostración tecnológica se convierte en un espectáculo bochornoso.

Google sufrió lo propio al intentar usar su asistente Gemini en vivo, y Tesla pasó a la historia cuando el cristal “irrompible” del Cybertruck estalló frente a cámaras. Lo cierto es que estas fallas, lejos de generar confianza, ponen en evidencia que buena parte de la industria tecnológica insiste en forzar la integración de IA en productos que funcionaban perfectamente sin ella.

El contraste con 2007 es inevitable: cuando Steve Jobs presentó el iPhone, el público comprendió al instante por qué quería tener ese objeto en sus manos.

Hoy, en cambio, los lanzamientos parecen responder más a la obsesión de los gigantes tecnológicos por reinventar la rueda digital que a una necesidad real de los usuarios.

La escena de Zuckerberg luchando por contestar una llamada desde sus gafas podría ser cómica, incluso entrañable. Pero también plantea preguntas incómodas: ¿para quién se desarrollan estas tecnologías? ¿qué problemas reales resuelven? Y, sobre todo, ¿no sería mejor que nuestros futuros “amos robóticos” sigan siendo, al menos por ahora, demasiado torpes como para dominar el mundo?

Crédito fotográfico: Men’s Journal


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