
THE LATIN VOX (1 de octubre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
La parálisis del gobierno federal estadounidense se hizo oficial en la medianoche del miércoles, después de que los demócratas del Senado se negaran a respaldar el plan republicano de financiación temporal, desencadenando el primer shutdown en casi siete años.
El enfrentamiento, que gira principalmente en torno al futuro de la cobertura sanitaria, refleja el profundo estancamiento político que vive el país y amenaza con tener consecuencias sociales y económicas de gran alcance.
Los demócratas condicionaron su apoyo a la extensión de fondos a una serie de concesiones clave: preservar los créditos fiscales de la Ley de Atención Asequible (ACA), revertir los recortes republicanos a Medicaid y a medios públicos, y limitar la capacidad del presidente Donald Trump de recortar asistencia exterior mediante maniobras administrativas.
El líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, advirtió la noche del martes que “los republicanos están empujando a Estados Unidos a un cierre, rechazando conversaciones bipartidistas, promoviendo una ley partidista y poniendo en riesgo la salud de los estadounidenses”.
Una batalla con tintes electorales
El Partido Republicano, que controla tanto la Cámara de Representantes como el Senado, rechazó las exigencias demócratas y acusó a la oposición de ceder a intereses ideológicos. “Los demócratas han sacrificado al pueblo estadounidense para complacer a los grupos de presión de la izquierda”, replicó el líder de la mayoría en el Senado, John Thune.
La disputa ocurre en un contexto políticamente cargado: tras la reelección de Trump el año pasado y la pérdida de mayorías demócratas en el Congreso, la oposición busca reposicionarse frente al electorado.
Mientras tanto, la Casa Blanca endureció su postura. Trump declaró que, ante la falta de fondos, planea despedir a miles de empleados federales: “Cuando cierras el gobierno, tienes que hacer despidos. Y serán demócratas”, dijo el presidente el martes por la mañana.
División en las filas demócratas
Aunque los líderes del partido insisten en mantener la presión, emergieron fisuras en su bancada. Tres senadores demócratas votaron a favor del plan republicano, alegando preocupación por el impacto inmediato del cierre en sus estados.
La senadora Catherine Cortez Masto (Nevada) afirmó que “no puedo apoyar un costoso cierre que dañaría a las familias de Nevada y daría aún más poder a esta administración temeraria”. El independiente Angus King también rompió filas, señalando que la paradoja del cierre es otorgar más control a Trump.
¿Quién cargará con la culpa?
Históricamente, el partido que provoca un cierre rara vez logra sus objetivos políticos. Sin embargo, los sondeos ofrecen un panorama mixto sobre la percepción ciudadana.
Una encuesta del New York Times/Siena mostró que solo el 27% de los estadounidenses apoya un cierre promovido por los demócratas, mientras que el 65% se opone.
En cambio, un sondeo de Marist reveló que el 38% culparía a los republicanos, frente a un 27% que responsabilizaría a los demócratas y un 31% que reparte culpas a ambos partidos.
Un pulso con final incierto
El cierre, que podría extenderse días o incluso semanas, mantiene en vilo a millones de familias que dependen de programas federales, a trabajadores públicos que enfrentan suspensiones sin sueldo y a un sistema de salud en el que, según expertos, hasta 30 millones de personas podrían verse afectadas por la disputa.
Mientras republicanos y demócratas se preparan para nuevas rondas de votación en el Senado, la incertidumbre domina la capital estadounidense. Como recordó el senador republicano Ted Cruz, uno de los arquitectos de un cierre en 2013: “Al final, los demócratas capitularán. Pero antes van a gritar en la oscuridad de la noche”.
El problema es que, esta vez, millones de ciudadanos podrían ser quienes paguen la factura de esa oscuridad.
Crédito fotográfico: The New York Times