
THE LATIN VOX (2 de octubre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La pregunta que hasta hace poco parecía impensable hoy comienza a circular en círculos académicos, diplomáticos y políticos europeos: ¿qué ocurrirá si la democracia estadounidense no sobrevive otro año?
La amenaza no proviene únicamente de la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania, sino también de la erosión acelerada de las instituciones en Washington bajo Donald Trump, quien, lejos de suavizar su discurso, ha radicalizado su agenda política y cultural.
Historiadores y especialistas en regímenes autoritarios llevan tiempo advirtiendo que el trumpismo reúne varios de los elementos que Umberto Eco describió en su célebre ensayo sobre el fascismo eterno: culto a la tradición, rechazo de la razón, miedo a la diferencia, culto al líder fuerte, degradación del lenguaje y un machismo militante. El historiador Robert Paxton, uno de los referentes en el estudio del fascismo, llegó a afirmar que lo que ocurre en Estados Unidos “es lo real, de verdad”.
En los últimos meses, la administración Trump ha multiplicado episodios que inquietan incluso a sus propios aliados: despliegue del ejército y la Guardia Nacional en ciudades contra la voluntad de los gobernadores; intentos de limitar el voto por correo o excluir a ciudadanos en el extranjero; uso del aparato estatal para amedrentar a medios, escritores y humoristas críticos; y un culto público a símbolos de la Confederación.
La amenaza de un vacío transatlántico
La situación coloca a Europa en una posición particularmente delicada. Durante décadas, la Unión Europea ha contado con Washington como garante de seguridad, pero el nuevo escenario sugiere que el compromiso estadounidense con los valores democráticos no está asegurado. El temor de muchos líderes europeos es que un enfrentamiento abierto con Trump precipite la retirada de apoyo a Ucrania, en plena guerra contra Rusia.
En los despachos de Bruselas y Berlín, algunos creen que la estrategia pasa por ganar tiempo: halagar al presidente estadounidense para evitar un quiebre abrupto. Otros, más optimistas, confían en que las elecciones legislativas de 2026 ofrezcan un punto de inflexión. Pero especialistas en derecho electoral ya han advertido que esos comicios podrían no ser libres ni justos, o incluso que un eventual triunfo opositor no sea reconocido.
Ciudadanos más conscientes que sus líderes
Las encuestas muestran que los europeos parecen ir por delante de sus gobernantes. El Eurobarómetro de primavera reveló que mayorías significativas quieren que la UE los proteja de crisis y amenazas de seguridad, que aumente sus recursos financieros comunes y que adopte una postura más firme frente a Washington.
En países como Francia, Alemania, España, Italia y Polonia, más de la mitad de los encuestados consideran que la UE salió “humillada” en el último acuerdo comercial con Estados Unidos.
Mientras tanto, Trump refuerza su narrativa de confrontación cultural con Europa, impulsando fuerzas políticas que buscan debilitar la integración continental. En este contexto, la inacción o las medias tintas de las élites europeas podrían ser interpretadas por los ciudadanos como un signo de debilidad institucional.
Un futuro en pinza
Europa enfrenta, pues, una doble presión: el desafío militar y geopolítico de Putin y la amenaza de un Estados Unidos gobernado por un proyecto autoritario. Si los líderes europeos no abren pronto un debate honesto y valiente sobre este escenario, corren el riesgo de que la opinión pública concluya que la democracia continental carece de las defensas necesarias para resistir.
Como señaló recientemente el historiador Timothy Garton Ash, “a los estadounidenses les quedan 400 días para salvar su democracia”. Tal vez Europa no disponga ni siquiera de ese margen para prepararse.
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