Trump, Putin y Zelenskyy: la diplomacia ambigua que redefine la guerra en Ucrania

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THE LATIN VOX (17 de octubre de 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.

Donald Trump vuelve a situarse en el epicentro de la geopolítica mundial con movimientos que combinan diplomacia, ambigüedad y presión estratégica.

La declaración de que planea reunirse con Vladimir Putin en Budapest, horas antes de recibir al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy en Washington, revela la complejidad de su enfoque: un equilibrio entre mediación, juego de poder y espectáculo político.

El eje central de esta agenda son los misiles de crucero Tomahawk, que Washington podría suministrar a Ucrania. Con un alcance de más de 2.400 kilómetros, estos misiles simbolizan el compromiso estadounidense y, al mismo tiempo, representan un instrumento de presión directa sobre Moscú.

Sin embargo, la limitada disponibilidad de misiles y lanzadores convierte esta propuesta más en un gesto político que en un cambio sustantivo del equilibrio militar. La ambigüedad de Trump sobre la entrega efectiva —“los necesitamos también, no sé qué podemos hacer al respecto”— subraya que la acción es, en gran medida, una herramienta de negociación y comunicación estratégica.

La elección de Budapest como sede del próximo encuentro con Putin no es casual. Al recurrir a un aliado como Viktor Orbán, Trump busca proyectar una imagen de mediador global capaz de hablar con los bandos enfrentados, mientras Europa observa con creciente preocupación. Cada anuncio de diálogo con Putin, históricamente, ha ido acompañado de una suavización de su retórica frente a Moscú, generando desconfianza entre los aliados occidentales.

El escenario para Zelenskyy es igualmente complejo. La visita a Washington llega después de llamadas “productivas” entre los líderes, un contraste marcado con la tensa reunión de febrero.

La discusión sobre Tomahawks no solo busca reforzar la capacidad de defensa de Ucrania; sirve como palanca para presionar a Rusia y medir la disposición estadounidense a profundizar su implicación en la guerra. Moscú, consciente del simbolismo, ha advertido de que cualquier suministro marcaría un “nuevo nivel de escalada”, un recordatorio de que la percepción política puede ser tan influyente como el poder militar real.

Desde un enfoque estratégico, el debate sobre Tomahawks refleja varias tensiones clave: la limitación logística de Estados Unidos para proporcionar armamento de largo alcance, la presión política sobre Trump para mostrar resultados concretos en la guerra, y la necesidad de Ucrania de obtener señales tangibles de apoyo sin provocar un conflicto directo con Rusia.

La paradoja es evidente: cuanto más se insista en el suministro, mayor será la presión sobre Moscú; pero cuanto más se dude o se posponga, se debilita la credibilidad estadounidense frente a Kiev y sus aliados europeos.

El análisis de expertos sugiere que Trump utiliza la promesa de Tomahawks como un instrumento de leverage: mantiene a Putin alerta, exhibe un compromiso ante Zelenskyy y refuerza su imagen de actor capaz de negociar entre adversarios.

Sin embargo, la línea entre diplomacia y cálculo político es delgada. La entrega efectiva de misiles sería un cambio de paradigma, mientras que la mera amenaza —sin capacidad material suficiente— podría ser percibida como un juego retórico más que una acción estratégica.

En este contexto, la visita de Zelenskyy y el anuncio de Budapest no son solo eventos diplomáticos: son pruebas de la capacidad estadounidense de influir en la guerra desde la negociación y la percepción, más que desde la acción militar directa.

Trump busca presentarse como mediador mientras manipula las expectativas de ambas partes, una estrategia que puede redefinir el rumbo del conflicto, pero que también corre el riesgo de erosionar la confianza de aliados y socios.

La pregunta editorial central es si la ambigüedad de Trump servirá para acercar a Rusia a la mesa de negociación o si, por el contrario, consolidará la percepción de que Estados Unidos actúa con retórica más que con determinación. La respuesta podría marcar no solo el futuro inmediato de la guerra en Ucrania, sino también la credibilidad estadounidense en la diplomacia internacional en años venideros.

Crédito fotográfico: ABC 7


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