
THE LATIN VOX (21 de octubre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La fachada oriental de la Casa Blanca, símbolo histórico de la presidencia estadounidense, ha comenzado a ser demolida para dar paso a un nuevo proyecto impulsado directamente por Donald Trump: un salón de baile privado de 250 millones de dólares que, según el propio mandatario, será “el más hermoso del país”.
Las imágenes publicadas por The Washington Post y el New York Post muestran maquinaria pesada y escombros en la zona del ala este, donde se desarrolla una de las obras más ambiciosas en la historia reciente del recinto presidencial. Las reacciones no se han hecho esperar: exlegisladores, analistas y usuarios en redes sociales denuncian lo que consideran una “profanación arquitectónica” del edificio más emblemático de Estados Unidos.
“Si me postulo en 2028, lo haré con la promesa de demoler el salón de Trump. Es una completa profanación de la casa del pueblo”, escribió en X Joe Walsh, excongresista republicano.
Un proyecto monumental y polémico
Trump anunció la obra oficialmente este lunes a través de su red Truth Social: “¡La construcción ya ha comenzado en la Casa Blanca! Estoy honrado de ser el primer presidente en emprender este proyecto tan necesario, sin costo alguno para el contribuyente estadounidense”. Según el mandatario, la iniciativa será financiada por “patriotas generosos, grandes empresas estadounidenses y, por supuesto, por mí mismo”.
El nuevo salón de baile ocupará unos 8.300 metros cuadrados, con capacidad para 650 personas (o hasta 1.000, según algunas versiones). Estará dotado de ventanales a prueba de balas, sistemas de iluminación de última generación y tecnología de seguridad avanzada. Se prevé que pueda incluso albergar una ceremonia de investidura presidencial.
Entre los invitados al exclusivo banquete que Trump ofreció este mes a los donantes del proyecto estuvieron representantes de Amazon, Apple, Meta, Google, Microsoft, Palantir y Lockheed Martin. Durante la cena, el presidente descorrió las cortinas del Salón Este para mostrar el avance de la demolición, asegurando que el nuevo espacio “no interferirá con el edificio histórico” y que “rinde total respeto a la estructura original”.
Críticas y simbolismo político
Para muchos, sin embargo, el gesto simboliza todo lo contrario: la personalización extrema del poder presidencial y la estetización del ego. “Estamos en el vigésimo día de un cierre de gobierno, con millones de funcionarios sin cobrar, y el presidente impulsa un proyecto de lujo de 250 millones de dólares”, denunció el congresista demócrata Mark Takano, quien presentó un proyecto de ley para impedir obras de este tipo durante los cierres presupuestarios.
El abogado de derechos humanos Qasim Rashid también ironizó sobre el contraste social: “La desigualdad económica en Estados Unidos está en máximos históricos, pero qué alivio saber que gastamos 250 millones en un proyecto de vanidad”.
Trump, por su parte, ha defendido la iniciativa como una “corrección histórica”. “Durante 150 años, todos quisieron tener un salón de baile en la Casa Blanca. Ningún presidente fue bueno en eso. Yo sí sé construir, y lo haré rápido, a tiempo y con la mejor calidad”, dijo en julio.
Una Casa Blanca distinta
Se estima que las obras estarán concluidas antes del fin de su segundo mandato, en enero de 2029. De concretarse, el nuevo salón sería la ampliación más grande en la Casa Blanca desde la reconstrucción ordenada por Harry Truman en 1948.
Pero para muchos, lo que se está destruyendo es algo más que un muro o una fachada: es una parte del alma institucional del país.
Como escribió un editorialista en The Atlantic, “la historia recordará que, mientras la nación enfrentaba divisiones, un presidente decidió reconfigurar su casa —la casa de todos— para construir un monumento a sí mismo”.
Crédito fotográfico: People Magazine