
THE LATIN VOX (30 de octubre del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
La emergencia humanitaria que vive Sudán, y en particular la ciudad de El Fasher, ha vuelto a poner en evidencia la impotencia del sistema multilateral para frenar crímenes masivos cuando intereses estratégicos y rivalidades regionales pesan más que los principios.
Durante una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, los principales diplomáticos del organismo denunciaron las “masacres horrorosas” cometidas por las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), el poderoso grupo paramilitar que controla amplias zonas del país.
Las denuncias de ejecuciones sumarias, ataques selectivos por motivos étnicos y asesinatos masivos en hospitales y viviendas reflejan un patrón sistemático de violencia que algunos expertos ya califican como preludio de genocidio.
“El Fasher ha descendido a un infierno aún más oscuro”, declaró Tom Fletcher, subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios.
Sin embargo, pese a la contundencia moral de las palabras, la sesión dejó claro que la comunidad internacional sigue dividida y paralizada frente a un conflicto que combina dimensiones locales, regionales y globales.
La sombra de los Emiratos Árabes y el flujo de armas
Uno de los temas más espinosos de la reunión fue el papel de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), señalados por varios informes como principales proveedores de armas y apoyo logístico a las RSF. Abu Dabi ha negado repetidamente estas acusaciones, pero la evidencia presentada ante el Consejo —y revelaciones periodísticas recientes— apunta a que equipamiento militar británico y estadounidense habría terminado en manos del grupo paramilitar.
Esta situación pone en aprietos a Londres y Washington, ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que enfrentan crecientes críticas por su ambigüedad diplomática ante un aliado estratégico clave del Golfo.
En el Reino Unido, legisladores opositores pidieron la suspensión de las exportaciones de armas a los EAU hasta que se verifique que no han sido desviadas al Sudán. En Estados Unidos, el senador demócrata Chris Van Hollen propuso un veto total a la venta de armamento al mismo país.
Para muchos observadores, el caso de Sudán ilustra el dilema moral de las potencias occidentales: condenar atrocidades que, directa o indirectamente, han sido alimentadas por su propio comercio de armas.
Un Consejo de Seguridad sin reflejos
La respuesta del Consejo de Seguridad ha sido lenta, fragmentada y retórica. Aunque el organismo condenó los crímenes cometidos por las RSF y expresó “profunda preocupación” por la situación humanitaria, no adoptó ninguna medida coercitiva concreta, como sanciones o un embargo de armas.
Detrás de esa inacción se esconde una vieja parálisis: las divisiones entre los miembros permanentes, los intereses cruzados en Oriente Medio y África, y la falta de voluntad política para invocar la doctrina de la “responsabilidad de proteger”, que permitiría actuar frente a un genocidio inminente.
“En el caso de El Fasher, las palabras han sustituido a la acción”, señaló un diplomático europeo bajo condición de anonimato. “Todos condenan, nadie actúa”.
La fragmentación del Consejo se ha visto agravada por la competencia geopolítica entre China, Rusia y Occidente, así como por el papel ambivalente de países árabes que combinan mediación diplomática con apoyo material a los bandos enfrentados.
El fracaso de la diplomacia regional
El llamado Grupo del Cuarteto —integrado por Estados Unidos, Arabia Saudí, Egipto y los Emiratos Árabes— presentó hace un mes un plan de paz en tres fases, que incluía un alto el fuego humanitario y un gobierno civil transitorio. Pero la iniciativa ha quedado en papel mojado: ni las RSF ni el ejército regular parecen dispuestos a ceder, y los actores externos priorizan sus agendas estratégicas sobre la estabilidad regional.
Sudán, país clave en el cruce entre el Sahel, el Mar Rojo y el Cuerno de África, se ha convertido así en un campo de batalla por influencia entre potencias regionales que ven en su desintegración una oportunidad para expandir su control político y económico.
El costo de la indiferencia
El conflicto ha dejado ya más de 15,000 muertos y millones de desplazados, mientras hospitales, escuelas y centros humanitarios son arrasados. Pero más allá del drama humano, el caso de El Fasher plantea una cuestión de fondo: ¿ha perdido el sistema internacional la capacidad —y la voluntad— de proteger a los civiles cuando los intereses de las grandes potencias están en juego?
Kate Ferguson, directora de la ONG británica Protection Approaches, lo resumió con crudeza:
“El mundo prometió que el genocidio nunca volvería a repetirse. Pero en El Fasher, la historia está volviendo a empezar.”
Crédito fotográfico: CNN