Partes del suroeste de la Columbia Británica siguen bajo alerta de lluvias intensas debido a la llegada de un potente río atmosférico que azotó la costa de la provincia el lunes, provocando abundantes precipitaciones y fuertes vientos, y afectando a las carreteras y los servicios públicos. Algunas advertencias meteorológicas se mantienen el martes, especialmente para la costa norte, donde se espera que caigan hasta 60 milímetros de lluvia.
Un río atmosférico es un fenómeno meteorológico que transporta grandes cantidades de humedad desde los trópicos hasta las regiones templadas, y que puede causar inundaciones repentinas, deslizamientos de tierra y erosión costera. Según los expertos, estos eventos son cada vez más frecuentes e intensos debido al cambio climático, que aumenta la temperatura y la evaporación del océano.
La lluvia ha causado estragos en varias zonas de la provincia, especialmente en las islas del Golfo y el valle del Fraser, donde se han registrado niveles de agua muy altos y se han activado los planes de emergencia. Algunas comunidades, como Abbotsford y Chilliwack, han declarado el estado de emergencia local y han ordenado la evacuación de cientos de residentes. Otras localidades, como Hope y Agassiz, han quedado aisladas por el corte de las principales vías de acceso.
El gobierno provincial ha movilizado a la policía, los bomberos, los equipos de rescate y las fuerzas armadas para ayudar a las personas afectadas y a restaurar la normalidad lo antes posible. El primer ministro de B.C., John Horgan, ha visitado algunas de las zonas más dañadas y ha prometido apoyo financiero y logístico a los municipios y a los ciudadanos. Horgan también ha pedido a la población que siga las recomendaciones de las autoridades y que se mantenga alerta ante la posibilidad de más lluvias.
Los ríos atmosféricos son un desafío para la gestión de los recursos hídricos y la prevención de desastres en B.C., una provincia que depende en gran medida de la energía hidroeléctrica y que tiene una geografía montañosa y boscosa. Los expertos recomiendan mejorar los sistemas de monitoreo y alerta, así como aumentar la resiliencia de las infraestructuras y las comunidades frente a estos eventos extremos.