En un giro trágico de eventos, la sala de conciertos Crocus City Hall cerca de Moscú fue el escenario de un ataque devastador el viernes pasado. Un grupo de hombres armados irrumpió en el lugar, resultando en la muerte de al menos 137 personas y dejando heridas a otras 182, marcando este suceso como el ataque más mortífero en Rusia desde el asedio escolar de Beslan en 2004.
Las autoridades han identificado y detenido a cuatro sospechosos relacionados con el ataque. A pesar de las afirmaciones iniciales de que los sospechosos eran de Tajikistán, el Ministerio del Interior de dicho país ha refutado los informes, declarando que dos de los hombres estaban en Tajikistán en el momento del ataque y un tercero estaba trabajando en la ciudad rusa de Samara, a más de 600 millas de Moscú.
El Estado Islámico, también conocido como ISIS, ha reivindicado la responsabilidad del ataque y ha publicado imágenes gráficas que pretenden mostrar el incidente. Este material es significativo ya que sugiere que los perpetradores tenían un vínculo directo con ISIS para poder enviar el video.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha declarado que los principales sospechosos arrestados planeaban huir a Ucrania, acusación que Ucrania ha negado. El Reino Unido ha advertido que Rusia estaba creando una «cortina de humo de propaganda» en relación con el ataque.
Este ataque no solo ha sacudido a la nación, sino que también ha provocado un llamado global a la acción contra el terrorismo y ha puesto en relieve la necesidad de una cooperación internacional más estrecha en esta lucha continua.