En un juicio que ha conmocionado a la comunidad de Winnipeg, se ha revelado que Jeremy Skibicki, confeso asesino en serie, admitió ante un trabajador de un refugio que frecuentaba que su presencia allí tenía el único propósito de “acechar a sus víctimas”. Durante el juicio, Ronald Normand, empleado del refugio, testificó que Skibicki, quien parecía fuera de lugar en el albergue de la Disraeli Freeway debido a su ropa limpia y apariencia aseada, se le acercó un día para hacerle esta perturbadora confesión.
Skibicki, de 37 años, está acusado de asesinato en primer grado por la muerte de tres mujeres indígenas —Rebecca Contois, de 24 años, Morgan Harris, de 39, y Marcedes Myran, de 26— así como de una mujer aún no identificada a la que los líderes comunitarios han nombrado Mashkode Bizhiki’ikwe, o Mujer Búfalo. A pesar de los extensos análisis de ADN, la identidad de una de las víctimas del asesino en serie de Winnipeg sigue siendo un misterio, según se escuchó en el juicio.
Los abogados de Skibicki argumentarán que, aunque confesó haber matado a las mujeres, no es penalmente responsable debido a una enfermedad mental no revelada. La fiscalía sostiene que los asesinatos fueron motivados racialmente y que Skibicki se aprovechó de mujeres vulnerables en refugios para personas sin hogar. Se ha presentado evidencia de que agredió a las mujeres, las estranguló o ahogó y desechó sus cuerpos en contenedores de basura en su vecindario. Dos de las mujeres fueron desmembradas.
Este caso ha puesto de relieve la vulnerabilidad de las mujeres indígenas y ha generado un debate sobre la seguridad en los refugios para personas sin hogar y la necesidad de medidas de protección más efectivas para prevenir tragedias futuras.