
THE LATIN VOX (4 de febrero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz.
El Aga Khan IV, conocido por su caridad inquebrantable y su liderazgo espiritual, ha fallecido a los 88 años en Portugal, rodeado de su familia. Considerado por millones de musulmanes ismailíes como un descendiente directo del profeta Mahoma, su vida estuvo marcada por una fusión única entre el mundo empresarial, la filantropía y la religión, dejando un legado que perdurará por generaciones.
Nacido el 13 de diciembre de 1936 en Creux-de-Genthod, Suiza, el Aga Khan fue designado líder de la comunidad ismailí a una edad temprana, tras la muerte de su abuelo, el Aga Khan III, quien lo nombró su sucesor cuando él tenía solo 20 años. Estudiante en la Universidad de Harvard, el Aga Khan dejó temporalmente sus estudios para atender a su abuelo enfermo, regresando más tarde a la universidad con una sensación renovada de responsabilidad, consciente del peso que su rol conllevaba.
Su liderazgo transformó la comunidad ismailí, una secta chiíta originaria de la India que hoy cuenta con importantes comunidades en África oriental, Asia Central, Asia del Sur y el Medio Oriente. El Aga Khan IV no solo guió espiritualmente a sus seguidores, sino que también les inspiró a invertir una parte significativa de su riqueza personal en proyectos de desarrollo.
Con su Fundación Aga Khan, lanzó numerosas iniciativas destinadas a mejorar las condiciones de vida en países en desarrollo, con énfasis en la atención médica, la educación, la vivienda y el desarrollo económico rural.
Los hospitales y escuelas que lleva su nombre son testimonio de su dedicación a transformar vidas, especialmente en lugares donde los recursos eran escasos. Entre los países beneficiados por sus proyectos se incluyen Afganistán, Bangladés y Tayikistán.
Además, su amor por la arquitectura lo llevó a establecer el Premio Aga Khan para la Arquitectura Islámica, y a restaurar estructuras históricas en todo el mundo, contribuyendo al renacimiento de la arquitectura islámica en el contexto contemporáneo.
El Aga Khan también fue un firme defensor del diálogo intercultural y la construcción de puentes entre las sociedades musulmana y occidental. Aunque reacio a involucrarse en la política, su influencia trascendió las fronteras religiosas, estableciendo relaciones clave con figuras internacionales y gobiernos de todo el mundo. Su enfoque hacia la acumulación de riqueza era pragmático y ético; veía la fortuna no como un fin en sí misma, sino como una herramienta para el bien común.
En una entrevista en 2012, expresó: «La ética islámica es que, si Dios te ha dado la capacidad o la buena fortuna de ser un individuo privilegiado en la sociedad, tienes una responsabilidad moral hacia la sociedad».
A lo largo de su vida, el Aga Khan acumuló una vasta fortuna, estimada en miles de millones de dólares, proveniente en parte de los diezmos de sus seguidores, quienes consideran un deber moral contribuir hasta un 10% de sus ingresos para apoyar sus causas.
Este imperio económico fue utilizado principalmente para financiar proyectos de desarrollo en comunidades necesitadas, una manifestación de su creencia en que la riqueza debe ser una herramienta de cambio social.
El Aga Khan deja atrás un legado que va más allá de su rol como líder religioso, transformándose en una figura global cuyo impacto positivo se extiende a miles de millones de personas a lo largo de los años. Su familia, incluidas sus tres hijos y su hija, continuarán con su misión.
La comunidad internacional lamenta la partida de un hombre cuya vida fue un ejemplo de dedicación a los demás, y cuya visión de un mundo más justo y equitativo sigue siendo fuente de inspiración para futuras generaciones.
Crédito fotográfico: The New York Times