
THE LATIN VOX (25 de enero del 2025).- Por Francisco Javier Valdiviezo Cruz
Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca con una serie de medidas audaces y radicales que han dejado claro que su segundo mandato no será una continuación de su primer periodo, sino una transformación política profunda.
En su primer día como presidente, Trump desató una serie de órdenes ejecutivas y decisiones que reflejan su ideología de extrema derecha, generando entusiasmo entre sus seguidores, pero también desatando una rápida resistencia legal y política.
En menos de una semana, el 45º y 47º presidente de los Estados Unidos ha dejado claro que su objetivo es liderar una «revolución de derecha». Trump ha desplegado tropas en la frontera sur, lanzado un ataque contra los derechos constitucionales, revertido políticas de diversidad e inclusión, y hasta ha retomado la lucha contra el cambio climático al retirarse del acuerdo de París.
Lo más polémico de su inicio ha sido la concesión de perdones masivos a los implicados en el ataque al Capitolio del 6 de enero, un acto que para muchos representa una traición a la ley y al orden.
El impacto inmediato de estas decisiones es innegable: desde un discurso inaugural en el que Trump proclamó que fue elegido por Dios hasta la firma de órdenes ejecutivas frente a multitudes que vitoreaban, el presidente parece estar consolidando rápidamente su poder.
Esta situación ha sido comparada por algunos con una monarquía moderna, donde el líder toma decisiones sin preocuparse demasiado por las consecuencias políticas o legales.
Sin embargo, esta ofensiva de medidas ha sido recibida con una fuerte resistencia. Tara Setmayer, exdirectora de comunicaciones republicana, advirtió que Trump ha desatado una «sensación de revolución» que el ciudadano promedio aún no está preparado para afrontar.
«Las personas tendrán que decidir si están dispuestas a detener este avance fascista de extrema derecha», comentó Setmayer, subrayando la gravedad de lo que está en juego.
Trump, con su característico estilo combativo, no ha tardado en tomar medidas para cumplir sus promesas de campaña. En su discurso inaugural, atacó a su predecesor, Joe Biden, y denunció lo que calificó como un «establishment corrupto» que no ha sido capaz de ofrecer los servicios básicos a la población.
Para sus seguidores de la campaña «Make America Great Again», sus palabras fueron música para los oídos, mientras Trump firmaba una serie de órdenes que incluían la priorización de la construcción de un muro en la frontera con México y la eliminación de los programas federales de diversidad.
Las medidas más controvertidas han sido las relacionadas con los inmigrantes, como la suspensión de la admisión de refugiados y la emisión de una orden para eliminar el derecho a la ciudadanía por nacimiento en el país, aunque un juez federal bloqueó esta última decisión por considerarla inconstitucional.
También ha provocado un gran debate la reactivación de la guerra cultural, al ordenar la eliminación de los programas de diversidad, equidad e inclusión en el gobierno federal y exigir que en los documentos oficiales se reconozcan únicamente dos sexos: masculino y femenino.
A pesar de la rapidez con la que Trump ha impulsado su agenda, la cuestión de si podrá mantener este impulso es incierta. Su primer mandato estuvo marcado por la falta de atención a los detalles y la tendencia a crear caos en lugar de establecer una gobernanza estable.
A medida que las políticas comienzan a implementarse, muchos expertos predicen que la resistencia en el Congreso aumentará y que los republicanos empezarán a distanciarse de Trump a medida que se acerquen las elecciones de 2026.
Larry Jacobs, director del Centro para el Estudio de la Política y Gobernanza en la Universidad de Minnesota, advirtió que Trump tiene una «estilo de gobernanza» que combina grandes discursos y anuncios llamativos con la falta de dedicación al trabajo difícil y continuo de gobernar. «Es una agenda radical de extrema derecha, pero veremos hasta dónde puede llegar con ella», comentó Jacobs.
A pesar de la ilusión inicial y el fervor de su base, muchos se preguntan si este «cambio de rumbo» que Trump propone es realmente sostenible. Si bien su victoria electoral fue ajustada, con menos del 50% del voto popular y una estrecha ventaja sobre Kamala Harris, su mandato enfrenta una oposición creciente tanto dentro de su propio partido como en el país en general. Con el paso de los meses, se espera que las encuestas de aprobación de Trump disminuyan y que el clima político en Washington se vuelva más hostil hacia sus políticas.
John Zogby, analista político, opinó que lo que está ocurriendo podría ser «una revolución de derecha» o un intento fallido de consolidar su base en un contexto de disensión interna. «Este momento podría ser fugaz», concluyó Zogby, sugiriendo que la verdadera prueba para Trump será cómo maneja los desafíos internos y externos que se le presentarán a medida que avancen los meses.
A medida que la administración de Trump avanza, el mundo observa de cerca si este impulso radical puede sostenerse o si, como algunos predicen, el tiempo y la resistencia política harán que el presidente se enfrente a un retroceso. Lo que está claro es que Trump está dispuesto a poner en marcha su visión de Estados Unidos, aunque el futuro de esa visión es aún incierto.
Crédito fotográfico: Jamel Toppin for Forbes